Continuamos con la publicación de las «Pinceladas», de don Justo López Melús, entrañable sacerdote de la Fraternidad Operarios Diocesanos, quien por muchos años compartió sus reflexiones con los lectores de El Observador.

Por Justo López Melús (qepd)

El dolor es ambiguo. Puede elevarnos y santificarnos, y también rebajarnos y amargarnos. Mirado desde el lado humano es un absurdo. Mirado con los ojos de Dios puede ser fuente de enriquecimiento… Un hombre recibió un aviso de un amigo, en el que le comunicaba que le enviaba un hermoso tapiz. Estaba bordado en oro, representaba preciosas escenas de cacería y tenía unos colores muy logrados.

Al recibirlo quedó defraudado. Era un montón de hilos y nudos mal distribuidos. Pero ni escenas de cacería ni oros ni colores bonitos. De repente, sin darse cuenta, dio la vuelta al tapiz y quedó admirado. Lo había estado mirando de revés. Ahora aparecieron los riquísimos matices de colores, las bellísimas escenas de cacería, los espléndidos encajes bordados en oro. Su amigo se había quedado corto en elogios. Por no saber mirarlo no había descubierto su belleza.

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