Por Eugenio Lira Rugarcía | Obispo auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM |

9 de noviembre

Hoy celebramos la Fiesta de la dedicación de la primera de todas las Basílicas del mundo: la de Letrán, «Madre y Cabeza de toda las iglesias de la ciudad y del mundo», como recuerda la inscripción en su frontis, por ser sede del Papa como Obispo de Roma, quien es principio visible de la unidad de todos los cristianos.

La palabra “Basílica” significa «Casa del Rey», y esta fue palacio de la familia Letrán, que en el siglo IV el emperador Constantino, primer gobernante romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, regaló al Papa san Silvestre, quien la convirtió en templo y la consagró el 9 de noviembre del año 324.

Desde el siglo IV la casa contigua fue la residencia de los Pontífices, hasta que al volver de Avignon en el siglo XV se trasladaron al Vaticano. En la Basílica de Letrán se celebraron cinco Concilios, y en 1929 se firmaron los tratados que dieron como resultado el nacimiento del Estado Vaticano.

Esta fiesta nos recuerda que contamos con la guía segura de Cristo, a través de su Vicario en la Tierra, cuya autoridad es obediencia y servicio, “para que la palabra de Dios, ¡la verdad!, resplandezca entre nosotros, indicándonos el camino de la vida”.

San Pablo afirma: “Ustedes son la casa que Dios edifica”. Por eso, san Ambrosio, decía: “Conócete a ti mismo, lo grande que eres, y vigila sobre ti”. Fijémonos cómo vamos construyéndonos, dejando a Dios edificarnos. Es lo que nos enseña Jesús al decir: “No conviertan en un mercado la casa de mi Padre” (cfr. Jn2,13-22).

Jesús nos enseña que el favor de Dios no está condicionado a que lo “compremos”. Su favor brota de su misericordia, es decir, de su amor gratuito, generoso, siempre fiel, dispuesto al perdón, que se manifiesta plenamente en Cristo crucificado, “fuerza y sabiduría de Dios”. Así, en Jesús se hace posible nuestra unión con Dios y se nos enseña cómo debemos relacionarnos con Él, que en los mandamientos nos enseña el arte de vivir.

Paulo VI decía que un templo es símbolo del templo espiritual que se construye en el interior de nuestras almas. Si nos dejamos sanar y ayudar por Cristo, seremos realmente “casa de Dios”, y recibiremos los torrentes de su amor, tanto en las alegrías como en los peligros y penas de esta vida, y ayudaremos a los demás a edificarse verdaderamente. Ojalá y escuchando al Papa, abramos las puertas de nuestro corazón a Jesús para que Él nos vaya edificando con calidad.

 

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