Esta mañana el Papa Francisco recibió a los encargados de velar por una recta administración de la justicia en la Iglesia. Son miembros del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, un dicasterio de la Curia Romana, que estos días han participado en su asamblea plenaria, que en esta ocasión ha centrado su interés en la promoción de una defensa eficaz del vínculo matrimonial en los procesos canónicos de nulidad.

El pontífice ha recordado, en primer lugar, que la actividad del dicasterio está destinada a promover la obra de los tribunales eclesiásticos llamados a responder adecuadamente a los fieles “que se dirigen a la justicia de la Iglesia para lograr una decisión justa” y, a continuación, ha calificado como “muy oportuna”, la atención de la asamblea por la figura del defensor del vínculo, ya que “su presencia y su intervención son obligatorios durante todo el proceso”.

En particular ha citado la instrucción Dignitas connubii que describe el papel del defensor del vínculo “en las causas de nulidad por incapacidad mental, que en algunos tribunales son la única causa de nulidad” y “hace hincapié en su diligencia para evaluar las cuestiones planteadas a los expertos y los resultados de las pericias”. Por lo tanto, el defensor del vínculo que quiera prestar un buen servicio “no se puede limitar a una lectura apresurada de los actos , ni a respuestas burocráticas y genéricas . En su delicada tarea, está llamado a intentar armonizar las disposiciones del Código de Derecho Canónico con las situaciones concretas de la Iglesia y de la sociedad”.

De ahí que el cumplimiento completo y fiel de la tarea del defensor del vínculo “no constituya una pretensión que va en detrimento de las prerrogativas del juez eclesiástico, que sólo es responsable de la definición de la causa. Cuando el defensor del vínculo ejerce el deber de apelar, incluso a la Rota Romana, contra una decisión que considera lesiva de la verdad de la unión, su tarea no suplanta la del juez. Por el contrario, los jueces pueden encontrar en la minuciosa obra del defensor del vínculo matrimonial una ayuda para su actividad. El Concilio Vaticano II ha definido la Iglesia como comunión. En esta perspectiva, hay que situar tanto el servicio del defensor del vínculo, como la consideración que hay que reservarle, en un diálogo atento y respetuoso”.

El Santo Padre ha recordado a los que trabajan en el ministerio de la justicia eclesial que “actúan en nombre de la Iglesia” y “son parte de la Iglesia”. Por eso, “hay que mantener siempre estrechos los lazos entre la acción de la Iglesia que evangeliza y la acción de la Iglesia que administra justicia. El servicio a la justicia es un compromiso de vida apostólica que hay que ejercer con la mirada fija en el icono del Buen Pastor, que se inclina hacia la oveja descarriada y herida”.

Perseverar en la búsqueda de “un ejercicio límpido y recto de la justicia en la Iglesia, en respuesta a los deseos legítimos que los fieles dirigen los pastores, especialmente cuando confían en ellos para recibir respuestas autorizadas que aclaren su situación”, ha sido la invitación con que Francisco ha concluido su discurso a los participantes en la plenaria.

 

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