Por Juan Gaitán

El amor tiene diversos modos de concretarse, en distintos ambientes y bajo distintas circunstancias, pero siempre se vive en el ámbito de las relaciones humanas.  A dos días de que llegue una celebración especial del Amor y la Amistad, conviene detenernos un momento a pensar en el amor de pareja: ¿En qué consiste? ¿Es acaso una atracción psicológica o un sentimiento? ¿Un proyecto de la imaginación o el conocimiento profundo de la persona amada?

Vayamos poco a poco, de lo menos a lo más, diciendo una palabra sobre las dimensiones del ser humano que toca y conmueve una relación de pareja.

Comencemos por los sentidos, recordando que no es “el cuerpo” el que siente, sino la persona toda. En este plano se pueden ubicar los impulsos, entre los que están los sexuales, pero a diferencia de los animales, estos no son instintos incontrolables por voluntad.

Los sentidos son un factor importante para dar inicio a una relación de pareja, pero de quedarse la relación en la mera atracción sexual, se estaría amando solamente un fragmento del otro, su exterioridad, y no a la persona. Se amaría lo que del otro pueden percibir los sentidos, mas no su totalidad; se estaría amando a la pareja en cuanto objeto, no en cuanto sujeto.

El siguiente plano es el de los sentimientos, de los afectos. Los más fundamentales son: satisfacción e insatisfacción, y son siempre causados por otra cosa, por situaciones o circunstancias. De ser intensos y de corta duración se pueden llamar emociones.

Los sentimientos están siempre presentes en la relación de pareja, y ésta suele afectarlos con facilidad: fascinación, compasión, alegría, tristeza, timidez, paciencia, humildad, gratitud, enojo, ternura, deseo, etc. Ahora bien, tener profundos sentimientos que me inclinen hacia otra persona no es precisamente amar, pues entonces los sentimientos serían los que aman, y no la persona. Incluso, en el matrimonio, pueden desaparecer por un tiempo los sentimientos, mas no por eso desaparece el amor. El amor no es un sentimiento. Ya se verá por qué.

La imaginación, por su parte, es otro componente del amor de pareja. Los novios pueden imaginar un futuro juntos, un proyecto de vida que surge de los buenos sentimientos provocados por el amado, pero el hecho de tener esta perspectiva no significa necesariamente que se amen. La imaginación debe ser regida sanamente por la inteligencia, por ejemplo, para no formar una imagen distinta a la realidad de la otra persona, o para no dejar que mengue el amor si en un matrimonio no se pudo cumplir el proyecto de vida imaginado en un inicio.

El siguiente plano es el de la inteligencia. Aquí parece un poco más claro que conocer profundamente a otra persona no significa amarla. El amor trasciende la “información” que tenemos de la persona amada, pues no se ama del otro solamente lo que se sabe de él, sino su totalidad. Sin embargo, el no conocer realmente a la otra persona (la falta de diálogo, por ejemplo) puede ser un impedimento para el feliz desarrollo de la relación amorosa.

El amor: Una decisión libre

Por último, se encuentra el plano de la voluntad, que es la capacidad de aceptar o rechazar lo conocido. Así pues, el amor es una decisión libre, en la que se acepta al otro tal cual es, en su totalidad como persona, y se decide anteponer sus intereses a los propios. El amor, entendido así, debe ser duradero, sólido y comprensivo, flexible, capaz de responder a las nuevas situaciones presentes en la relación. En consecuencia, en el matrimonio las decisiones libres ya no se pueden ejercer en miras a lo más conveniente para mí como persona, sino para nosotros como familia.

El amor, según el recorrido que hemos hecho, se vive impregnado de atracción, sentimientos, imaginación y conocimiento, pero estos no constituyen su esencia. El centro del amor se encuentra en la libertad. De este modo, se acepta al otro con todas sus virtudes y defectos, y puede subsistir el amor en temporadas de ausencia de atracción o afecto. Se puede ver cómo el amor se ubica en la dimensión espiritual del ser humano. Incluye su materialidad, pero la trasciende.

En resumen

  • Me gustas, por tanto, ¿te amo?
  • Me siento a gusto contigo, por tanto, ¿te amo?
  • Sería feliz contigo, por tanto, ¿te amo?
  • Te conozco, por tanto, ¿te amo?
  • Te acepto, me decido por ti, por tanto, te amo.

 

Esta reflexión es una síntesis del libro: Calidad humana del amor. ¿Ausencia de amor en la sociedad? Ovidio Pecharromán Cebrián, Sociedad de Educación Atenas, Madrid, 1985.

Por favor, síguenos y comparte: