Por Jaime Septién |

La caída en picada del Partido Acción Nacional tiene, como único ingrediente, la avaricia.  Si algo calificaba a sus padres fundadores es que estaban –más o menos—dispuestos a darlo todo por el bien del país.  La “brega de eternidades” que uno de los primeros panistas puso como condición del quehacer político, se ha convertido en una “friega de individualidades”.

Los señores Madero y Cordero han protagonizado una lucha encarnizada por hacerse con la presidencia del blanquiazul.  Antes, el presidente era el último que se quedaba en el salón de discusiones.  Un despistado que estaba arreglando sus apuntes cuando le caían en montón y le daban la noticia.  Con el jugoso presupuesto federal y las prerrogativas del casi extinto IFE, se ha convertido en un negocio con jugo.

Es una pena que en el PAN se hayan vuelto tan mañosos como el partidazo que tanto criticaban.

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