Entrevista a Fray Raúl Vera López, obispo de Saltillo.

Por Petra Rocha / Voces de Esperanza.

José Raúl Vera López nace en Acámbaro Guanajuato, el 21 de junio de 1945. Es el cuarto de seis hermanos; sus padres Elvira y José. Obispo de Saltillo desde el 20 de marzo del año 2000; su carácter le lleva desde la furia a las carcajadas, de la exaltación a la calma. Esta entrevista se dio precisamente en un ambiente relajado, algo muy raro en la agitada vida del personaje.

VE.- Leí hace poco el libro “Monseñor Romero, El pueblo es mi profeta”… Una recopilación de la vida de Don Oscar Arnulfo Romero… él llevaba un diario… ¿usted lleva un diario Don Raúl?

RV.- Yo no llevo un diario, pero en mi corazón se han grabado cosas que son fundantes en mi vida; experiencias que no se apartan de mí y que marcan mi derrotero. Lo he pensado seriamente de al final del día anotar los acontecimientos que me han marcado y que explican mucho de mis decisiones.

VE.- Allí se escriben los sentimientos más íntimos: dolor, enojo, frustración, tristeza. ¿Qué pone triste a Raúl Vera?

R.V.- ¿Qué me pone triste?… la indolencia y la humillación que se infringe a tanta gente. Indolencia ante el sufrimiento humano; cerrazón de quienes deberían ponerle fin a situaciones que se van prolongando y agravando. Me da tristeza ver a la gente que trae toda una carga de trato inhumano de los demás hacia ellos y ellas, y que no pueden zafarse del daño que se les ha causado; eso les lleva a dañarse más o a no salir de un ambiente que les ha dañado, ver a una persona atrapada. Esa trampa se las ha condicionado el ambiente y de alguna manera, todos.

VE.- Aquí en Saltillo, cuénteme la anécdota que lo ha hecho sentir más feliz…

R.V.- Acabo de experimentar una grande alegría en la caravana de los migrantes: verlos hablando con tanta fuerza al gobernador, exigiendo tránsito libre y un camino sin dolor, sin agresiones, sin muerte. Fue la primera vez que escuché a los migrantes defenderse por sí mismos. Ver como poco a poco fue surgiendo la Familia Pasta de Conchos, siempre dije mientras no haya un sujeto social que defienda los derechos de los mineros, formado por personas de aquí y gente que está ligada al trabajo de la minería, no va a funcionar. Ver que va pasando me llena de regocijo. La valentía de las mujeres violadas de los salones de Castaños, haber superado el miedo a ser asesinadas porque así se los dijeron los soldados; por primera vez estaban en la cárcel soldados violadores. Si algo me llena de alegría es ver que las víctimas y los atropellados se conviertan en sujetos de transformación histórica.

VE.- Hablando de sentimientos hay uno en especial que cualquiera sentiría si se colocaran mantas públicas en plena catedral contra su persona, diciendo queremos un obispo que sea católico: el rencor, el enojo… ¿qué sintió aquél día a principios del mes de julio del 2011?

R.V.- Me puse a pensar de dónde viene; en ese momento yo estaba siendo controvertido por mi adhesión a los derechos de las personas homosexuales y había noticia de todas las acusaciones que contra mí se hicieron ante Roma. Segundo: no me voy a buscar personas concretas o autores intelectuales que haya quién les mueve desde… dentro de la misma Iglesia. Porque eso es lo que te lleva al rencor… Son personas que sufren mucho… que no explican las causas de los fracasos que incluso puede tener la Iglesia en cuanto a su incapacidad pastoral. Allí me quedé: esta es una forma mental, un catolicismo restringido a categorías. Es muy cómodo vivir así, de requisitos y reglas morales. La Iglesia debe tener calidad moral. Ya hace un rato que yo me salí de entender a la Iglesia como un sistema en el que se tienen que cumplir requisitos y que hay unas cuantas reglas morales. Dijo Jesús a los fariseos: ustedes se preocupan de cosas mínimas, pero se les olvida lo principal que es la misericordia y la justicia. Si quieren que mi ser católico sea a la manera que estas mentes, yo como dicen le tengo que obedecer a Dios y no a este tipo de gente. Trato de no complicarme la vida y de no calificar. Sí me reviso, a lo mejor no en todo tienen razón pero a lo mejor yo eso soy. Si yo el conjunto de mis acciones las fundo en el magisterio de la Iglesia y en todo, pues hay un tribunal más amplio que es la Iglesia.

VE.- En una ocasión, alguien me dijo: el obispo habla sobre pederastia porque ya no encuentra cómo llamar la atención de los medios de comunicación… ¿pesa a veces ser Raúl Vera y tener todo este foco de atención encima?

R.V.- En primer lugar sé que no estoy solo en el mundo. Yo vivo acompañado de mucha gente y construimos el mundo entre muchos. Y dos: no somos infalibles… y puede haber calificativos de mí, aunque no coincida con lo que yo adentro en realidad dije y porqué lo dije. He aprendido a respetar el punto de vista de esa persona, y no me enojo porque diga lo que yo no intenté hacer, porque reconozco que tenemos límites para saber las intenciones interiores de la gente. El hecho de que digan, es que Raúl Vera le gusta ser protagonista. No… En alguna ocasión lo tuve que explicar ante mis propios hermanos sacerdotes, porque decían esto es contra nosotros, qué barbaridad, cómo se atreve el obispo. Yo les tuve que decir: en ese momento había un juicio muy severo hacia la Iglesia y concretamente hacia el papa Francisco… diciendo que la Iglesia no estaba haciendo suficiente para el tema de la pederastia, entonces yo dije sí están haciendo, me consta… ¿ah entonces si ha tenido casos? Sí, he presentado dos.

VE.- Y de ahí se vino toda una controversia…

R.V.- Yo también me pregunté, ¿hice bien en decirlo o no? Pero es que así soy yo… Mi experiencia es que sí actúa la Iglesia, punto. Estoy al tanto de todas las modificaciones que se han hecho al derecho canónico precisamente para que a nosotros se nos abra el camino para evitar más daños a víctimas, eso es lo que interesa, no tener más víctimas.

VE.- En alguna ocasión estaba usted dando una misa patronal, se levanta una señora y dice: yo me voy a ir de aquí porque usted nada más habla de política y no nos toma en cuenta, nosotros no queremos oír eso… y se va la señora. Luego ya otras personas, termina la misa y dicen: don Raúl no se preocupe. ¿Cuántos de estos rounds a la semana?

R.V. Bueno eso… no los tengo contabilizados… pero sí veo y noto que hay gente que se para. No me dice nada pero sé que se para porque no le gustó lo que dije; y eso yo lo tengo en cuenta. Pienso: sería conveniente o no que yo marcara alguna cosa. Esa señora se salió, yo le dije a la gente perdónenme, dijeron de ninguna manera no tiene qué pedir perdón. Hay cosas que nunca se me olvidan; era la Iglesia del Espíritu Santo y la señora todavía se quedó afuera a seguir alegando. Vamos, yo no quiero hacer sufrir gente pues… estas son cosas que las padecí en Chiapas mucho y… hasta el día de hoy claro… y la gente tiene libertad… trato de ser respetuoso de la persona. No soy fácil, como dijiste me has visto enojado, y no es difícil que yo me encienda en un momento dado ante una situación demasiado obtusa y que me falte tolerancia, no soy perfecto. Pero he aprendido a vivir con ello porque siempre me acuerdo cómo el Señor fue centro de contradicción pero sí reviso mi persona y mi conducta, mi intención no es ofender.

VE.- ¿Era más fácil ser pastor de San Cristóbal de las Casas que de Saltillo?

R.V.- De lo fácil o lo difícil… no lo hablaría yo. En San Cristóbal había un equipo más fuerte y más amplio para soportar el proyecto diocesano, que había hecho recorrido largos años. Los obispos jamás nos sentíamos solos. Eso es lo que hay de diferente en el caso de Saltillo, que todavía falta seguir componiendo el equipo, para poder hacer lo que estamos convencidos de hacer, digo comparado con San Cristóbal ya que lo comparaste con San Cristóbal… falta fortalecer el equipo. El equipo que entienda y que sea capaz de imprimir en la diócesis todo el deseo de una evangelización integral.

VE.- Cuando las grabadoras, los micrófonos, las reuniones y los congresos acaban, ¿se siente o se ha sentido solo?

R.V.- Desde que empecé a hacer un proyecto más envolvente de la pastoral, donde las decisiones las tomamos entre muchas personas, cada vez son menos frecuentes los momentos en que me he llegado a sentir solo. Sí, cómo no, hay momentos… pero obedece a coyunturas especiales. Cuando más experimento la necesidad de no estar solo es cuando hay personas de la diócesis que están expuestas a la muerte. Y es que esto sí lo he vivido. Y no necesariamente la muerte propia (sí he sentido en alguna ocasión riesgos para mi vida) pero yo creo que más lo he sentido con la vida de quienes colaboran conmigo en cuestiones delicadas, ahí sí. Pero yo sé a quién debo recurrir, que es Dios, ahí es cuando uno experimenta la compañía; esos momentos críticos de riesgo de la vida, es cuando he sentido la necesidad de que haya alguien.

VE.- ¿Alguna vez ha pensado, no, ya hasta aquí?

R.V.- No, nunca, nunca, nunca. Cuando decidí entrar de fraile, siempre he tirado pa´ adelante.

VE.- La situación de inseguridad nos ha pegado a todos, ¿ha recibido amenazas de muerte?

R.V.- Recién llegado aquí de Chiapas y todavía en relación con Chiapas, en dos ocasiones hubo gente aquí, en espacios que eran azoteas pero estaban dentro de mi casa. Luego cuando el caso de Castaños también, no solamente nos persiguieron a Pedro Pablo y a mí, un vehículo allá en la zona de Cuatrociénegas y después esa zona del desierto, esa carretera que llega hasta Ocampo. Sí experimenté porque nos seguían, nada más que llevábamos mejor vehículo nosotros.

VE.- Se le ha calificado a veces de obispo mediático, pero no presente entre el pueblo que pastorea… ¿qué me puede comentar de eso?

R.V.- Bueno pues que a lo mejor sí exagero cómo no, si me pregunto. Y que en el orden práctico tengo que organizar más la diócesis para que no se noten las ausencias. Cuando murió don Samuel se me quedó el doble de trabajo. Pero ese es el problema, que hay situaciones que son estructurales que se tienen que arreglar a nivel nacional y local, y yo estoy consciente que me ausento para arreglar situaciones a nivel nacional. La gran parte de mis ausencias son porque estoy trabajando en áreas de incidencia para mejorar la convivencia social, pero siempre estoy predicando el evangelio, Dios lo sabe. Entonces también yo tengo que ver la calidad de los reclamos, valorar. Hay personas que me lo dicen por la preocupación pero otras me lo dicen agrediéndome; entonces no me quieras echar la culpa de lo que tú no quieres asumir. Ya en lo concreto yo también tengo que ver qué razones hay.

VE.- ¿Qué importancia le ve a posicionar esos problemas en los medios de comunicación?

R.V.- Es que el tema es, que son situaciones críticas… a mí me piden intervenciones en donde hay injusticias y desarticulación de los procesos. El otro tema de mis ausencias es el trabajo de análisis y de incidencia estructural de centros de derechos humanos, o de articulación de acciones para mejorar la situación de vida de personas. Son eventos en donde no solamente estoy yo, hay varias personas que desde la sociedad civil o desde la Iglesia estamos trabajando para tratar de enfrentar una cuestión. Están los medios de comunicación, pero no por mí, son eventos de interés nacional o regional. Esto ni siquiera me lo he preguntado… no es eso. En eventos propios de la diócesis ahí están los medios, se les avisa porque ellos lo piden y reclaman si no. Cuando hay una situación grave que a mí me interesa que se visualice y que voy a estar sí digo: oigan hay esto, de cual se tiene que informar porque eso también le da cobertura a la gente.

VE.- ¿Alguna vez, algún colaborador le ha dicho: Don Raúl me ha decepcionado?

R.V.- En una de mis últimas cartas, un experto en sagrada escritura me dijo que yo había hecho un mal análisis, “¡Pero la conclusión estuvo muy buena!”. Ah bueno lo que me interesaba ahí era la conclusión y no la hice sin base en la Sagrada Escritura; además no quise hacer una cosa tan complicada. Pero ese mismo colega obispo, estábamos tomando el café y había venido un experto en cultura de Roma, era de los colaboradores en uno de los consejos pontificios. Dice él: “ah, don Raúl qué bueno” y le dice mi amigo: “¿le conoce?…” y responde: “No, pero don Raúl… por favor no hace falta”. Mi amigo como que dijo ah caray… Y con ese detallito, dije ya… no me preocupa.

VE.- ¿Y alguna vez se ha decepcionado de sus colaboradores?

R.V.- No, no, no. Sí he reclamado siempre, pero trato de no… ¿quién soy yo? Eso ya es juicio; trato de no humillar a la gente. A veces soy imprudente a lo mejor, pero trato de no humillar, trato.

VE.– En el libro de Monseñor Romero él expresa abiertamente sus defectos y pide perdón a sus hermanos por ellos, ¿cuáles cree usted que son los principales defectos de José Raúl Vera?

R.V.- Mis defectos, que soy orgulloso, lucho mucho contra mi orgullo, son de lo que más me confieso. O sea, la soberbia. Y que sí, en un momento dado puedo caer en la banalidad, tengo que cuidarme. Esas dos cosas que son delicadas porque dependen muchas otras… y luego que en un momento dado, si no administro mi tiempo y mi energía puedo estallar. Como tú dices me has visto enojado; puedo estallar.

VE.- ¿En qué momento ha dicho… ya la regué?

R.V.- No una vez, muchas veces. Yo practico la confesión, y no así separado; he aprendido a dar cuenta de conciencia y he tenido dirección espiritual. Cuando hay una cosa que no me gusta de mí mismo y me arrepiento delante de Dios tengo que ir… no me excuso… sería absurdo. Yo creo que la mediocridad empieza cuando uno se justifica fácilmente; entonces se acostumbra uno a ser mediocre. No es que quiera ser perfecto; por mi condición de ayudar a otras personas tengo que tener mucho cuidado conmigo mismo y en ese esfuerzo que hago siempre he dicho que la mayor fatiga en la búsqueda de ser una persona mejor, la primera lucha es conmigo mismo. Por supuesto que lo he dicho no una, muchas veces, y hasta con llanto.

VE.- ¿Y ha estado en el lado opuesto de decir: esto me salió súper bien?

R.V.- Siempre es la tentación por eso te he dicho que es la banalidad. El comentario que le hice a la persona que me habló para decirme que tenía el Premio Rafto, fue: ¿tan mal está la defensa de los derechos humanos en el mundo que hasta yo soy bueno? Llega un momento en que se ve tanta maldad que un atisbo de bien, la gente se vuelca contigo… todo el tiempo tengo que estar luchando. A eso es lo que llamo la banalidad. Claro que ahí está la tendencia ¡Qué bien lo hice! Pero, desde joven lucho con eso… un padre francés que me ayudó muchísimo dice: Mira, para salirte de eso, nomás dices: ah, soy idiota…

VE.- Pues Don Raúl, le agradecemos…

R.V.- Pues qué bueno que se sepa que yo, también lucho contra mis contradicciones…

Saltillo, Coah., 21 de junio del 2014

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