Por Juan Gaitán

Un elemento fundamental para el encuentro con Cristo es aprender a sentirse cómodo en el silencio. Esto implica muchos factores: encontrar el tiempo, buscar el lugar, preparar una lectura bíblica, lograr un momento a solas, hasta saberse sentar para permanecer concentrado durante varios minutos. ¿Sabemos hacer esto?

Los talleres de oración, que gracias a Dios cada día van ganando popularidad, enseñan métodos para meditar (o contemplar o reflexionar o escuchar) la Palabra de Dios, pero es común que encuentren la dificultad práctica de que no hemos sido educados para sacarle provecho a la soledad.

Propuesta para adultos: Auto-educar nuestros silencios

Al igual que muchos otros hábitos, aprender manejarse en el silencio es cuestión de repetición, de prueba y error, de experimentar momentos, lugares de la casa, posiciones para sentarse, y realizarlo con perseverancia, insistencia y entusiasmo.

¡Es una gran felicidad darnos cuenta de que Dios está deseoso de encontrarse con nosotros! Pero esto es algo que también se descubre en el silencio.

Una propuesta para auto-educarnos en el silencio es la siguiente: Comenzar con momentos de silencio a solas y con calma de 10 minutos. Elegir una lectura bíblica (lo más fácil es el Evangelio del día) y en ese tiempo leerla y preguntarse los siguientes cuatro pasos (si es que no cuentas con un método de oración aún)

-¿Qué dice literalmente la lectura?

-¿Qué crees que quiso decir en su tiempo?

-¿Qué te dice a ti la Palabra de Dios?

-¿A qué te comprometes con respecto a lo que reflexionaste?

Así una y otra vez. Pronto te sentirás necesitado de un método de oración más elaborado, lo buscarás y seguramente lo encontrarás. Es importante mantener el hábito, es decir, proponerte: Una vez cada tercer día, o todos los lunes, o martes y jueves, o, una vez cada quince días. A mayor constancia, mejores resultados. Paulatinamente habrás de ir aumentando el tiempo, hasta lograr oraciones de alrededor de tres cuartos de hora.

Puede notarse ya cómo no se trata de silencios vacíos, sino con contenido e inspirados por el Espíritu de Dios.

¿Se podría educar el silencio en los niños?

En las escuelas de la fe, en los Colegios católicos, en los ciclos mayores a un año de catequesis en las parroquias, o incluso en familia, es buena idea que se eduque a los niños en el silencio para que en su adolescencia estén listos para poner en crisis su fe, y una vez adultos, vivan esto con naturalidad.

El ejercicio sería realizar «silencios guiados» de tres a cinco minutos con niños de seis o siete años, para lograr oraciones de hasta 20 o 25 minutos con niños de 12 años.

Un silencio guiado para los más chicos puede ser pedirles que cierren los ojos y se imaginen ciertas escenas (encuentros con Jesucristo, con la Virgen, con su familia, etc.). A niños de 10 y 11 años, se les puede proponer imaginar escenas de las Escrituras junto con preguntas para reflexionar respecto a la escena. Con niños de 12 años se puede intentar entregarles un texto para imaginar sin que alguien los guíe con la voz, e igualmente responder preguntas.

Para que este ejercicio dé resultado, habría que practicarse como un proceso, año con año, más o menos cada dos semanas.

¡Que este texto sea una invitación para ir al encuentro con Aquel que sabemos nos ama!

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