Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |

Estamos asombrados por la ola de terror que se desató en días pasados en París, provocando muchos muertos y muchísimos heridos. Al tratar de descubrir quiénes son los culpables y cuáles son sus motivaciones, los extremistas del llamado Estado Islámico se han adjudicado la autoría. Dicen que, de esta forma, quieren vengar las ofensas hechas por una revista de caricaturas contra Mahoma y demostrar su poder ante Francia y ante el mundo, por los ataques que varios países han realizado contra su organización.

¿Qué nos dicen estos hechos? Que es una acción inhumana, pues se ataca no a los culpables de la guerra contra el Estado Islámico, sino a ciudadanos inocentes, que nada tienen que ver en esa guerra. Que no se debe usar una religión como justificante para destruir a otros. Si una religión impulsa el terrorismo, demuestra su propia falsedad. Si en tiempos antiguos, la misma Iglesia Católica asumió guerras con tinte religioso, son errores del pasado que no se pueden juzgar hoy en contextos muy diferentes. Nuestro Dios no es de guerras, sino de fraternidad, de justicia y de paz. Si en el Antiguo Testamento hay guerras religiosas, eso es signo de otras épocas más salvajes y menos humanizadas, que Dios fue transformando, para que los instrumentos de guerra se cambiaran por instrumentos de labranza y de prosperidad para todos.

En el fondo de este terrorismo, está la pretensión de fundar en todo el mundo un modo de vida inspirado en el extremismo islámico, que no es lo que mueve a todos los seguidores del islam. No todos los mahometanos son extremistas religiosos. En Chiapas hay varios seguidores de esta religión, a quienes identificamos como musulmanes. Muchos de ellos eran indígenas chamulas presbiterianos; quizá antes eran católicos. En los casi 25 años que llevo en Chiapas, no he descubierto en los ellos signos o hechos de que impulsen el terrorismo; más bien, los he conocido pacíficos, respetuosos, trabajadores, muy religiosos y no han dado problemas sociales en San Cristóbal y en Comitán, donde hay dos grupos de ellos. Aunque algunos gobiernos me han expresado su inquietud de que sean agentes de terrorismo contra los Estados Unidos, y que desde aquí se tramen acciones terroristas, siempre he dicho que aquí no han demostrado que esa sea su intención.

Por otra parte, es condenable el comercio de armas. Los países que las fabrican, se enriquecen mientras más se usen. En sus discursos, están contra las guerras; pero en la práctica las alientan produciendo armas cada día más sofisticadas y mortales. Si dejan de producir armas, y por tanto de alentar las guerras, su economía se debilita. Y lo que les interesa es su economía, más que la vida de la humanidad. Deberían analizar si en verdad quieren la paz, o son responsables de la guerra y del mismo terrorismo.

¿Qué podemos hacer? Educar en el Evangelio a las familias, a los niños y jóvenes, para que no se dejen atrapar por ideologías extremistas, pues donde los padres están ausentes y no educan, o donde en el mismo hogar hay violencia, no nos extrañemos de que en nuestra misma patria haya terroristas y asesinos, no por una ideología religiosa, sino por la ambición del poder y del dinero. De nosotros depende también que no haya terrorismo.

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