Por Ángel CRUZ | El puente |

Desde agosto, el tema de los refugiados provenientes de Siria e Irak a países europeos se ha intensificado. Cientos de hermanos sirios e iraquís han teni- do que salir a causa de las atrocidades que el Estado Islámico ha causado en sus países. Entre estos aconteceres se puede mencionar a los 71 refugiados que se encontraron sin vida dentro del remolque de un camión al este de Austria el 27 de agosto o al pequeño Aylan Kurdi cuyo cuerpo se encontró el miércoles 2 de septiembre varado en una playa en Turquía y cuya muerte simbolizó la deshumanización del mundo para todos aquellos que velan por la vida y dignidad humana.

Su Santidad, el Papa Francisco, ha hecho notar su preocupación ante estos aconteceres durante estos últimos dos meses y nos ha invitado a ser solidarios con aquellos que sufren, sin importar sus teologías, a causa de todos los problemas que impiden la promoción y mantenimiento de la paz en los pueblos de medio oriente.

El Santo Padre ha instado a las parroquias europeas a aceptar a los migrantes en sus hogares, a brindarles caridad y a no olvidar que estamos en el año de la misericordia, durante el que debemos encarnar en nuestros corazones las dolencias de los demás y ser empáticos con nuestros hermanos que sufren el dolor de verse exiliados de sus tierras.

Francisco, ha dado el ejemplo albergando en la Ciudad del Vaticano a dos familias de refugiados y nos recuerda lo que dice Ex. 22, 20 acerca de una de las leyes morales: “No maltratarás al forastero ni lo oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.”

Los refugiados de la Biblia

En los primeros relatos del Antiguo Testamentos encontramos un suceso de expulsión, aquella travesía que nos narra el Éxodo y que vivieron los israelitas durante 40 años en el desierto para encontrar la tierra prometida por Dios, nuestro señor. Pasaron hambre, cansancio, se deses- peraron y enojaron, pero Dios nunca los abandonó, pues su misericordia y amor es tan grande que no dejó solos a los suyos. Así como aquellos que huían de los egipcios no fueron abandonados, así nosotros no podemos abandonar a aquellos que requieren de nuestro apoyo.

El tema de los refugiados que huyen de las desgracias producidas por otros también afectó a Jesús y a sus padres, simplemente hay que recordar Mt. 2, 13-18 en el que se narra la huida de José, María y Jesús de Belén a Egipto por los planes de asesinato del rey Herodes. El ángel del Señor les avisa con anticipación lo que ocurrirá y que vayan a Egipto a esconderse, pues Herodes había mandado a matar a todos los niños menores de dos años. Como se puede observar, en la Biblia existen relatos que nos ayudan a desarrollar una manera de proceder, ¿queremos ser como Herodes que actúa de mala fe o cómo el ángel que ayuda a la sagrada familia?

Migrantes y refugiados en nuestro país

En nuestros pueblos hemos visto a cientos de jóvenes desplazados para buscar el sustento que llevar a sus familias; cerca de nuestros hogares y por gran parte de la república mexicana circulan migrantes provenientes del centro y sur de América, quienes buscan mejorar sus condiciones de vida y son marginados por la sociedad que los marca de vándalos y ladrones.

¿Cómo nos sentiríamos si nosotros fuésemos esas personas? ¿De qué manera nos sentimos cuando alguien nos rechaza? De esa misma manera se sienten los jóvenes que no encuentran trabajo en sus tierras y tienen que mi- grar a grandes ciudades o diferentes países. Del mismo modo se sienten los migrantes que son rechazados en tierras ajenas, que son presas del crimen organizado o, peor aún, terminan asesinados en las fronteras.

Lamentablemente la violencia se ha hecho algo normal en nuestra sociedad. Recordemos o preguntemos a nuestros mayores cómo se vivía antes, comparémoslo con el presente y veremos que la manera de vivir ha cambiado. ¿Es esto lo que queremos? Nuestra vida se parece a la que se vive en medio oriente, el crimen organizado nos hace desplazarnos, ser refugiados en tierras ajenas, buscar nuevos rumbos para sobrevivir a la ola de crueldad que se vive en nuestros pueblos.

Así como José, María y Jesús fue- ron ayudados por un ángel, nosotros seamos ese ángel que da su mano solidaria para ayudar al hermano que la necesita. ¿Dónde estaría nuestro cristianismo si no nos solidarizamos con aquel que necesita de nuestro apoyo? Jesús estuvo con el marginado, el enfermo, el pobre… así como Jesús nos enseña a estar con ellos, reproduzcamos esta manera de amar a nuestros hermanos

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