La lógica evangélica, la de Jesús, “se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosa pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces reinan sobre prepotencias, rivalidades, opresiones; el reino de Cristo en “un reino de Justicia, de Amor y de Paz”. Lo dijo el Papa Francisco, en el Ángelus pronunciado en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Esta lógica está en contraposición con la mundana, que en cambio “se apoya en la ambición y en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias”

Jesús, dice el pontífice, Se reveló rey, ¿cuándo? ¡En el evento de la Cruz! Quien mira a la cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Alguno de vosotros dice: “Padre, ¡Éste fue un fracaso! El pecado es un fracaso, en el fracaso de las ambiciones humanas, allí está el triunfo de la Cruz. ¡En el fracaso de la Cruz se ve el amor! El amor gratuito que nos da Jesús”

Hablar de potencia y de fuerza, agrega; “significa para el cristiano hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece compacto e íntegro, también frente al rechazo y que aparece como el cumplimiento de una vida gastada en el total ofrecimiento de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, “los que pasaban y los jefes se burlaban de Jesús clavado en la cruz y le desafiaban: “¡Sálvate a ti mismo, bajando de la cruz!”.

Pero, paradójicamente “la verdad de Jesús es justo aquella que en tono de mofa le arrojan sobe él sus adversarios. “¡No puede salvarse a sí mismo!” (v. 31). Si Jesús hubiese descendido de la cruz, habría cedido a la tentación del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo, justamente para salvar a los otros, justo porque dio su vida por nosotros, por cada uno de nosotros, ¡Jesús dio la vida por mí! Ustedes, aquí en la plaza diga en su corazón: “dio Su vida por mí”. Para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados”

Esto, explica el Papa, “¿quién lo entendió?” “Uno de los malhechores que estaba crucificado co Él, el llamado “buen ladrón”, que Le suplica: “Jesús, recuérdate de mí cuando entrará en tu reino” (Lc 23,42). Pero éste era un malhechor, un corrupto: estaba allí condenado a muerte… Pero miró, en la actitud y la humildad de Jesús al amor. Y ésta es la fuerza del reino de Cristo, el amor”.

Por esto “la realeza de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, alentándonos a continuar el camino del bien, de la reconciliación y del perdón. Miremos al buen ladrón y digamos todos juntos lo que él ha dicho: “Jesús recuérdate de mí cuando entres en tu reino”. Y pedir a Jesús, cuando nos sintamos débiles y pecadores y derrotados, que no mire. No te olvides de mí”.

Frente a tantas laceraciones en el mundo y a las demasiadas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María que nos sostenga en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.

Después de la plegaria mariana, Francisco recuerda la beatificación de Federico da Berga y de veinticinco compañeros mártires, asesinados en España durante la feroz persecución contra la Iglesia el siglo pasado. “Se trata de sacerdotes, jóvenes profesos en espera de la ordenación y hermanos legos pertenecientes a la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Confiemos en su intercesión a tantos hermanos nuestros y hermanas que lamentablemente todavía hoy, en diversas partes del mundo, son perseguidos a causa de la fe en Cristo”.

El miércoles próximo, concluye el papa: “inicio el viaje a África, visitando Kenia, Uganda y la república de África central, Pido a todos ustedes que recen por este viaje, para que sea para todos estos queridos hermanos y también para mí, un signo de cercanía y amor. Pidamos juntos a la Virgen que custodie estas queridas tierras, para que haya paz y prosperidad”.

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