La Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS-Cáritas) y diversos grupos de ambientalistas se estarán sumando a la Marcha Mundial por el Clima, este 29 de noviembre, partiendo del Monumento a la Revolución al Zócalo capitalino, en la Ciudad de México. De esta manera se unirán a miles de ciudadanos del mundo, de organizaciones civiles y religiosas, que estarán expresando lo que nuestro planeta sufre por efecto del cambio climático.

«Este 29 de noviembre, hombres y mujeres conscientes de que la Creación de Dios ha sido un regalo para su cuidado y no para la explotación y abuso de la casa común, nos ponemos en movimiento a través de La Marcha Mundial por el Clima», se lee en en la convocatoria que está haciendo circular la CEPS en las redes sociales.

Esta Caminata se hace el día previo al inicio de la XXI Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 (COP21), en París, Francia, donde los líderes de todo el mundo tienen el compromiso de llegar a un Acuerdo Internacional sobre el Clima aplicable a todos los países, con el objetivo de mantener el calentamiento global a no más de 2°C. Hay esperanzas de que la reunión logre acuerdos reales y vinculantes para todos los firmantes.

Los científicos afirman que si la temperatura promedio del planeta aumenta más de 2°C las consecuencias sobre los alimentos, ciclos de lluvia, inundaciones, enfermedades, etc., serían catastróficas para la vida. El acuerdo de los países es hacer lo necesario para que la temperatura no aumente más de esa cifra a partir de 2020.

También se busca trasladar 100,000 millones de dólares al año a los países en desarrollo para que generen estrategias de adaptación y mitigación contra el cambio climático.

¿En qué queremos llamar la atención?

La Pastoral Social del Episcopado subraya que con el modelo de desarrollo que impera en el mundo, que privilegia la acumulación de riqueza, los derroches, la explotación y la desigualdad, no es posible evitar la emisión de gases de efecto invernadero, responsable del aumento de la temperatura. Modificar algunos procesos y enfatizar con declaraciones las buenas intenciones para cuidar la tierra será insuficiente cuando la seguimos explotando, abusando de las fuentes de energía no renovables, promoviendo el consumo desmedido y despojando a las comunidades de sus tierras para dar paso a las empresas transnacionales con el uso de agroquímicos y transgénicos.

Tampoco transferir cantidades millonarias de dinero a los países en desarrollo es suficiente cuando los grandes contaminadores del mundo son los países industrializados. El dinero lo convierten en un derecho para producir daños al planeta y a la vida, pero sin la promesa de evitarlos. El desarrollo dejó de ser humano para limitarse a lo económico y financiero, y la riqueza que crea no se comparte con los más empobrecidos o subdesarrollados.

Como nos dice el Papa Francisco, identificamos que hay quienes tienen una preocupación por “una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras”, pero “con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente”.

Nos sumamos al llamamiento que hacen los Obispos presidentes de las  Conferencias Episcopales de los cinco continentes cuando sugieren que se debe “adoptar un acuerdo mundial justo, motor de un cambio transformacional y legalmente vinculante fundamentado en nuestra visión del mundo que reconoce la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza y de garantizar el ejercicio de los derechos humanos de todos, incluyendo los de los Pueblos Indígenas, las mujeres, los jóvenes y los trabajadores.”

De igual forma los obispos en su recomendación número 5 insisten que debemos “explorar nuevos modelos de desarrollo y estilos de vida que sean compatibles con el clima, combatan la desigualdad y saquen a los pobres de la miseria.”

¿A quién deseamos animar?

El comunicado sostiene que la Marcha por el Clima quiere llamar la atención de los gobiernos y líderes del mundo, especialmente del gobierno mexicano para que además de su compromiso de reducción de emisiones de efecto invernadero para el 2026 y su plan a futuro, explore otras alternativas que permitan transformar esa visión de desarrollo económico en una de desarrollo humano integral y solidario, donde las personas sean el centro. El presidente de la COP21, Laurent Fabius, define sencillamente que el objetivo de esta Cumbre es “mantener al planeta habitable”, lo cual debe implicar estados de bienestar y felicidad.

Además, indica el mensaje de la CEPS,  «queremos sensibilizar a todos los creyentes por la responsabilidad que tenemos de cuidar la Creación, no podemos ser indiferentes, debemos modificar nuestros hábitos de consumo. Aprendimos a usar y tirar, tenemos profundamente arraigada la costumbre de adquirir sin necesitar, de mejorar lo que tenemos, aunque sean igualmente útiles».

El Papa Francisco en Laudato Si alerta: “no pensemos sólo en la posibilidad de terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca.” (204).

Por tal razón la Comisión Episcopla invita «a todas las personas, a todos los cristianos, a quienes tienen una fe distinta a la católica o bien a los que no comparten ninguna creencia religiosa, a sumarse a esta Marcha Global contra el Cambio Climático, para que en una sola voz exijamos una señal de esperanza y de respeto por la casa común, por nuestro espacio de vida, por nuestra Madre Tierra».

¿A qué nos comprometemos los católicos?

Al final de la convocatoria la CEPS-Cáritas hace una serie de compromisos, que comparte a la Iglesia:

a) Impulsar una campaña de sensibilización en todos los grupos, expresiones de fe y parroquias para que haya un cuidado de la creación.
b) Promover eventos religiosos respetuosos con el medio ambiente.
c) Integrar una red de experiencias que desde la Iglesia impulse acciones de reciclaje, educación, huertos de traspatio y urbanos, programas de pastoral de la tierra, etc.
d) Transformar los espacios eclesiales, oficinas, casas y templos, en sitios que reduzcan al máximo posible su huella contaminante.
e) Integrar en la catequesis básica un programa de educación por el desarrollo y sustentabilidad con una mirada de fe.

 

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