Por Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Acapulco |

Recientemente hemos vivido en nuestro Puerto diversas manifestaciones de violencia y de inseguridad, que han suscitado pánico y desconcierto entre la población. Todas estas situaciones han sido, en su mayoría, maximizadas por el morbo de unos cuantos, pero que por las circunstancias, han repercutido en toda la población.

La violencia que vivimos no puede ser contrarrestada con más violencia. Más bien, se deben buscar el perdón y la reconciliación como ejes principales para lograr caminos de paz. El Domingo pasado iniciamos una campaña en Acapulco para orar por la Paz del Puerto. Todos estamos llamados a intensificar nuestra oración y a no perder la esperanza. Como Iglesia estamos llamados a orar incesantemente por la Paz.

Los cristianos en un contexto de inseguridad como el que vivimos en México, tenemos la tarea de ser constructores de la paz en los lugares donde vivimos y trabajamos, esto implica distintas tareas: Vigilar que las conciencias no cedan a la tentación del egoísmo, de la mentira y de la violencia.

La situación de inseguridad y violencia que vive México exige una respuesta urgente e inaplazable de la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta respuesta parte del reconocimiento de las insuficiencias en el cumplimiento de nuestra misión, pues la crisis de inseguridad, el alto índice de corrupción, la apatía de los ciudadanos para construir el bien común y las distintas formas de la violencia, que llega a ser homicida, son diametralmente opuestas a la propuesta de Vida Nueva que nos hace el Señor Jesús y la Paz que nos ofrece.

Todos seamos constructores de paz e intensifiquemos nuestra oración, pidamos a Dios, de manera especial, por la conversión de quienes se dedican a hacer el mal, para que encuentren mejores modos de vivir y descubran lo valioso que es procurar el bien de los hermanos.

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