Por Fernando PASCUAL |

 

Una noticia. Aparecen dudas sobre su origen, su objetividad, y se alude a segundas intenciones o a engaños.

Otra noticia diferente. Acogida entusiasta, como si se tratase de una verdad absoluta o de un indicio clave para comprender lo que pasa.

Es comprensible que haya actitudes diferentes en personas distintas ante lo que dicen los medios de información. Lo que es menos comprensible es que la misma persona actúe de una manera tan crítica ante ciertas noticias y de una manera abiertamente positiva ante otras.

¿De qué depende esta pluralidad de actitudes? De las opciones y preferencias de quien juzga todo lo que llega según un criterio muy subjetivo: según donde sopla el viento.

Porque si una “información” sirve para alimentar sus prejuicios y promover sus puntos de vista, será acogida como si se tratase de un viento favorable. Mientras que otra “información” que pone en dudas ideas personales sufrirá duras críticas o estará rodeada de serias dudas sobre su “veracidad”.

Pensar de esta manera lleva a riesgos graves, porque a veces uno supone como verdadero lo que son rumores o calumnias cuando agradan; y porque otras veces esa misma persona rechaza como infundadas o falsas informaciones válidas o, al menos, bastante cercanas a la verdad de los hechos.

Por eso hace falta desenmascarar prejuicios propios o ajenos a la hora de evaluar las miles de “informaciones” que nos llegan. De este modo será posible sopesarlas con una sana prudencia y con una mente que deja pasar el tiempo que haga falta para separar el grano de la paja, lo serio de lo superficial, lo falso de lo verdadero.

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