En la Solemnidad de Todos los Santos, durante la segunda y última jornada del Viaje Apostólico a Suecia, el Papa celebró la Santa Misa en el Swedbank Stadion. En su homilía el Obispo de Roma recordó que la llamada a la santidad es para todos y hay que recibirla del Señor con espíritu de fe. Además, Francisco afirmó que “los santos nos alientan con su vida e intercesión ante Dios”, mientras nosotros, por nuestra parte, “nos necesitamos unos a otros para hacernos santos”. De ahí que el Santo Padre haya invitado a pedir la gracia de acoger con alegría esta llamada para trabajar unidos para llevarla a plenitud.

En sus palabras el Sucesor de Pedro destacó que en esta Solemnidad y con toda la Iglesia, recordamos no sólo a aquellos que han sido proclamados santos a lo largo de la historia, sino también a tantos hermanos nuestros que han vivido su vida cristiana en la plenitud de la fe y del amor, en medio de una existencia sencilla y oculta. Y añadió que con toda seguridad, entre ellos también hay muchos de nuestros familiares, amigos y conocidos.

Por tanto – dijo Francisco – celebramos la fiesta de la santidad. Esa santidad que, tal vez, no se manifiesta en grandes obras o en sucesos extraordinarios, sino la que sabe vivir fielmente y día a día las exigencias del bautismo. Una santidad hecha de amor a Dios y a los hermanos. Amor fiel hasta el olvido de sí mismo y la entrega total a los demás, como la vida de esas madres y esos padres, que se sacrifican por sus familias sabiendo renunciar, a pesar de que no siempre sea fácil, a tantas cosas, a tantos proyectos o planes personales.

Sin embargo, el Obispo de Roma agregó que hay algo que caracteriza a los santos, y es que que son realmente felices. Sí, porque han encontrado el secreto de esa felicidad auténtica, que se anida en el fondo del alma y que tiene su fuente en el amor de Dios. Por esta razón – prosiguió – a los santos se los llama bienaventurados. Porque las bienaventuranzas – explicó el Papa – son su camino, su meta y su patria.

En efecto, el Pontífice se refirió a las bienaventuranzas como el camino de vida que el Señor nos enseña, para que sigamos sus huellas, tal como se desprende del Evangelio del día, que relata cómo Jesús las proclamó ante una gran muchedumbre en un monte junto al lago de Galilea.

El Papa Bergoglio concluyó su homilía encomendando a nuestra Madre del cielo, Reina de todos los Santos, nuestras intenciones y el diálogo en busca de la plena comunión de todos los cristianos, para que seamos bendecidos en nuestros esfuerzos y alcancemos la santidad en la unidad.

Radio Vaticano

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