Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |

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El Consejo Interreligioso de Chiapas, en que participamos desde 1992 los obispos y los líderes de presbiterianos, bautistas, adventistas, mormones, nazarenos, asambleas de Dios, Buen Pastor y otros, junto con la Sociedad Reuben Clark, la Fundación “Conciencia Nacional” y la Subsecretaría de Asuntos Religiosos del Gobierno estatal, organizamos un Foro sobre Libertad Religiosa, con ocasión del Día internacional de la Tolerancia. Comparto algo de lo que expuse.

Algunos medios informativos siguen calificando a Chiapas como el Estado donde perduran los conflictos religiosos, particularmente porque en algunas comunidades indígenas los católicos ponen trabas a los evangélicos para que practiquen su fe y se les impide hacer propaganda religiosa; incluso les han expulsado y les han dañado en sus propiedades. También los católicos sufrimos ofensas y descalificaciones por hermanos de otras confesiones, sobre todo en emisoras radiofónicas y en algunas campañas evangelísticas.

Hemos declarado varias veces que esa intolerancia es una grave injusticia. Hemos insistido en el derecho que todos tienen de practicar la religión de su preferencia, pero quienes toman esas decisiones no nos hacen caso. Son decisiones que no pasan por las diócesis y las parroquias católicas, sino que dependen de las asambleas ejidales, que ven la divergencia religiosa como un atropello a su histórica y tradicional unidad cultural y social, que es esencial en la cultura indígena.

Por otra parte, cuando alguna autoridad civil da testimonio público de su fe y participa en una celebración religiosa, varias voces se lo recriminan, pues dicen que se viola el Estado laico y la separación con las iglesias. Sostienen que las autoridades civiles pueden tener la religión que prefieran, pero sólo en su vida privada.

Algunos reducen la libertad religiosa a la libertad de culto y de creencia, que ya está reconocida en la Constitución, sin advertir que tiene muchas otras implicaciones, como tener televisión y emisoras de radio, la objeción de conciencia, la libertad para expresar nuestra opinión sobre las leyes civiles, en aquello que contradicen nuestra fe.

 

PENSAR |

¿Qué entendemos por libertad religiosa? Dice el Papa Benedicto XVI: “La libertad religiosa es la cima de todas las libertades. Es un derecho sagrado e inalienable. Abarca tanto la libertad individual y colectiva de seguir la propia conciencia en materia religiosa como la libertad de culto. Incluye la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia. Ha de ser posible profesar y manifestar libremente la propia religión y sus símbolos, sin poner en peligro la vida y la libertad personal. Es preciso pasar de la tolerancia a la libertad religiosa” (Ecclesia in Medio Oriente, 26-27).

“El derecho a la libertad religiosa debe considerarse como inherente a la dignidad fundamental de toda persona humana, en sintonía con la innata apertura del corazón humano a Dios”. Llama a los Estados “para que reconozcan el derecho humano fundamental a la libertad religiosa”, y los insta a “respetar, y si fuera necesario, proteger a las minorías religiosas que, aunque vinculadas a una religión diferente de la de las mayorías que las rodea, aspiran a vivir con sus conciudadanos de modo pacífico y a participar plenamente en la vida civil y política de la nación, en beneficio de todos” (29-IV-2011).

 

ACTUAR |

Quienes nos declaramos seguidores de Jesús no podemos aprobar, mucho menos incentivar, las discriminaciones religiosas que aún suceden en algunas partes. Si grupos católicos no permiten que minorías protestantes vivan conforme a su fe, cometen un abuso, que nuestras diócesis no promueven ni solapan. Esperamos que, donde predomina una confesión no católica, se evite también la intolerancia contra los católicos. Que tampoco haya intolerancia entre los mismos grupos evangélicos.

Debemos inculcar un gran respeto a la diversidad religiosa y proteger el derecho a ser diferentes, siempre y cuando no se lesione el bien común. Se pueden, por ejemplo, hacer campañas evangelizadoras, procurando que los contenidos no sean ofensivos para otras confesiones, y los aparatos de sonido no excedan el volumen que cause molestias y trastornos a los vecinos, o interferencias con otros actos de culto.

Sigámonos educando para respetarnos unos a otros. Aprendamos a convivir como hermanos, en paz y armonía, siendo de religiones distintas.

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