Por Mónica OLVERA |

Estamos a un mes de haber iniciado el año y no sé qué habrá pasado con tus propósitos de año nuevo. ¿Ya se te olvidaron? ¿Se quedaron escritos en una hoja que no recuerdas dónde está? ¿Ya te diste por vencido?  ¿Te sientes frustrado porque de nuevo las cosas van muy lento o por mal camino?

No cabe justificarnos y decir que las circunstancias o las personas han sido desfavorables o contrarias a nuestros planes. Es mejor asumir nuestra responsabilidad y analizar con seriedad qué hace que cada año acabemos con la cabeza baja, avergonzados de no haber logrado o trabajado siquiera en nuestros propósitos.

Éstas son nueve maneras de estropear nuestras metas, ojo con ellas:

1.- Olvidar que para casi cualquier cosa que nos propongamos, se necesita aceptar el proceso y tiempo que conlleva; sea hacer una maestría, aprender a tocar un instrumento, bajar de peso, hasta objetivos más profundos como llevarme mejor con mi hermano, tener más comunicación con mi hijo, cultivar una buena amistad, etc. No esperes cambios de la noche a la mañana o por arte de magia.

2.- Soñar que el proceso o camino será como una autopista recién pavimentada. Sabe que toparás con baches, pendientes y dificultades provenientes de muchos lados.

3.- No estar dispuesto a pagar el precio de subir la montaña. Sí, los grandes retos se parecen mucho a una escalada. Uno tiene que ir mentalizado a pasar por frío, calor, lluvia, pies adoloridos, cansancio, etc. Si no, pues puedes quedarte en las faldas contemplando simplemente la cúspide.

4.- Querer abarcar diez propósitos a la vez. Hay que ser realistas. Cada objetivo absorbe una parte de nuestra mente y energía. Así que es mejor elegir uno o dos propósitos que consideremos prioritarios y que estemos convencidos de su relevancia.

5.-  Plantear objetivos tan abstractos como el aire. Hay que delimitar y definir concretamente qué es lo que buscamos, lo cual nos dará mayor claridad y dirección.

6.- Sentarse a esperar que las cosas se hagan por sí solitas. Necesitas ver qué medios o herramientas requieres para subir tu montaña. Lo ideal es fijarte tiempos límite para haberlos conseguido.

7.- No evaluar tu progreso. Hay que ver con cierta frecuencia a qué altura vamos. Nos animará el ver que sí hemos avanzado y nos recordará lo que aún nos falta por subir.

8.– Ceder o paralizarnos. Obviamente en el camino aparecerá la tentación de renunciar y retroceder. Si estás agotado o lastimado, es válido detenerse un momento para recuperarse y continuar. Algo irrefutable es que sólo el que persevera con tenacidad y fortaleza interior, es el que logra ver el panorama desde la cima.

9.- Emprender el camino sin un guía o instructor. Este punto lo considero fundamental, por eso está al final. No hay como ir acompañado de alguien que ya sabe cuál es el mejor camino y sabe sortear con las dificultades del mismo. Este guía que además es tu amigo, es Jesús.

 


Mónica Olvera es licenciada en Educación y Desarrollo con un diplomado de Teología del Amor, especialista en el Creighton Model System, da pláticas prematrimoniales.

Página de Facebook: Mónica Olvera Consultoría

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