AGENDA INTERNACIONAL | Por Georg EICKHOFF |

Repentinamente, las elecciones en Alemania se ponen interesantes. Los socialdemócratas (que actualmente forman el gobierno junto con los demócrata cristianos de Angela Merkel) han nombrado su candidato a jefe de gobierno y, en solamente diez días, se ha puesto a la cabeza de las encuestas, dejando atrás a la misma Merkel, quien lideraba durante muchos meses.

El candidato Martin Schulz, ex presidente del Parlamento Europeo, ha generado una verdadera euforia. Ante la amenaza de un crecimiento de la ultraderecha xenófoba, muchos observadores saludan que el partido más antiguo de Alemania, la SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) de Martin Schulz, logre atraer más votantes para estabilizar el centro.

Las encuestas indican que muchos jóvenes empiezan a preferir a la socialdemocracia y a Schulz, después de casi una década de una preferencia sostenida por los conservadores de Merkel.

Por otro lado, el cambio que estas nuevas tendencias electorales podrían generar, si se mantienen hasta la fecha de las elecciones, en septiembre, tampoco es muy grande.

Lo más probable sería que otra vez se forme un gobierno de los dos partidos grandes, pero, esta vez, bajo el liderazgo socialdemócrata. Probablemente, en este caso, Angela Merkel se retiraría de la actividad política.

Schulz encontró su estilo político fresco durante sus once años como alcalde de una ciudad de 40,000 habitantes, Würselen, cerca de Aquisgrán. Un lugar típico de la Renania católica, con fuertes raíces culturales y gran cohesión social.

Había atendido allí un Instituto de Bachillerato católico, pero no se graduó. Sus notas fueron malas. Adquirió, más tarde, el título profesional de «Librero» que, en Alemania, tiene un excelente nivel académico. Tuvo su propia pequeña librería de 80 metros cuadrados. Superó una profunda crisis de vida en sus veintes, la cual lo había llevado al alcoholismo. De esta experiencia da un testimonio muy franco.

Habla cinco idiomas, después de llevar 18 años en la política europea. Nunca formaba parte de la política federal en Berlín (ni antes en Bonn).

Cultiva su imagen de hombre sencillo y de diálogo. Su papá fue policía. Militaba en la socialdemocracia, como su abuelo, un minero. Su mamá, sin embargo, militaba en la democracia cristiana.

Así que quizás se vislumbran cambios, en Alemania, pero no serán revolucionarios. Un hombre normal ha tomado el timón para llegar a ser una alternativa a Merkel. La campaña electoral será un interesantísimo duelo entre dos versiones de hacer política desde la normalidad de ser un ciudadano al servicio de otros ciudadanos.

 

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