Por José Francisco González, Obispo de Campeche |

Hoy escuchamos la narración de la pasión. El Evangelio de este día, Mateo 26, se dirige a judíos convertidos al cristianismo. Muchos de ellos, tenían una concepción que el Mesías debería llegar envuelto en una atmósfera de gloria, de triunfo, de flamante éxito.

En contra posición a esa mentalidad, los profetas anunciaban un Mesías paciente, sufriente, humilde. La misma aprehensión de Jesús proyecta la profecía. Él  es traicionado, vendido y detenido como un maleante (cf. Mt 26,55). De hecho así será catalogado, como un “criminal” (cf. Is 53,9.12).

La pasión tiene como preámbulo el episodio de Jesús en El Getsemaní. Es una clave de interpretación fundamental de lo que va a suceder durante la pasión.  Esa escena es una revelación. ¿Qué se revela en el Monte de los Olivos? Se revela la humanidad de Cristo, su “debilidad”.

Pero también, el texto bíblico describe la debilidad de los discípulos de Jesús. Ellos sienten tristeza y angustia y, además, no van a poder velar ni una hora con Cristo en esos momentos de tensión. Los apóstoles, en una fuga de la difícil realidad, prefieren abandonarse al sueño.

Jesús, como Siervo sufriente, afronta con paciencia las injurias. Y la gente exige a Pilatos, que “su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (27,25). Es, Jesús, un inocente. Hasta los mismos paganos, Pilatos y su mujer, lo reconocen.

De hecho, san Mateo reporta las burlas, que el pueblo hace a la persona de Jesús. Al tener sed, le dan hiel. Con eso aumentan el dolor de la persona que se ha desangrado por las heridas de la pasión. Lo despojan de sus vestiduras, para escarnio y burla del vulgo. Le recuerdan sus milagros, para hacer sorna de Él, pues “que si a otros ha curado, que se salve a sí mismo”.

 

Si bien, por un lado, a Jesús lo desnudan y se rifan sus ropas entre los soldados, por otro lado le dan las insignias reales en tono de burla: la corona y el cetro.   La escena de los ultrajes no expresa solamente hasta qué punto Jesús fue rechazado y en qué grado se humilló; pretende demostrar hasta dónde la realeza de Dios, manifestada en Jesús, es diversa a los esquemas humanos comunes.

 

EL SUFRIMIENTO DE JESÚS ES REDENTOR

Ya lo había el mismo Jesús anticipado: Saben ustedes que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes imperan sobre ellas. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser el primero, que se haga el servidor, como el Hijo del hombre que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos (cf. Mt 20,25-28)

La pasión de Jesús es un parte aguas.  Lo de antes, se queda atrás, y se inaugura el nuevo tiempo, el tiempo de la Iglesia. La narración del velo desgarrado en el Templo de Salomón es señal de la caducidad de la Antigua Alianza y que da paso a los tiempos graciosos de la Nueva Alianza. El terremoto anuncia el inicio de una nueva situación. Ya no se estará más bajo el reinado del hombre viejo, Adán; sino que ahora reinará el Hombre Nuevo, Jesucristo.

Aun en la cruz, culmen de la pasión, el evangelista señala los primeros frutos del Mesías sufriente y agonizante. Se trata del centurión romano, quien acepta la fe en el Hijo de Dios, y prefigura la conversión de las naciones.

Finalmente, por primera vez, el Jueves Santo se va hacer una particular procesión con imágenes de santos, en torno a Catedral. Casi treinta imágenes de la veneración pública harán la “via doloris” (camino del dolor), para acompañar a Jesús en su pasión dolorosa y redentora. Que sea como un lenitivo a lo que Él sufre por nosotros, acompañado de sus más queridos amigos, los santos.

¡Acompañemos a Jesús, con intensidad, en su camino de dolor! ¡Participemos con devoción en los Oficios esta Semana Mayor!

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