Por Andrés Hernández Tinoco |

El triste desenlace de la muerte auto procurada se ha convertido en una noticia frecuente al grado que se le considera ya un problema social. De acuerdo con el sector salud, el suicidio es la segunda causa de muerte en México en la población de entre 15 y 29 años de edad.  

Son muchos los factores que contribuyen al aumento de este fenómeno social entre los que destacan: la incapacidad para superar la depresión, los problemas conyugales o económicos, las decepciones amorosas, incluso el bullying que puede llevar  a los adolescentes a buscar el suicidio como una forma de escapar del sufrimiento.  

Se ha de considerar que este problema social que atañe a todos, encuentra en la familia el espacio primordial de atención.  El milagro de la vida surge en la familia y a ella compete la tarea y misión de formar la personalidad de los individuos, y sabemos que ante todo esto se logra con el testimonio y ejemplo de vida de los padres. 

La sólida personalidad  de los progenitores contribuye a desarrollar personalidades seguras. La dimensión religiosa es un factor que contribuye notablemente a la consolidación de personalidades estables. La práctica religiosa, la relación con un ser trascendente, ayuda a ubicar en un adecuado contexto las dificultades que se enfrentan en la  realidad. No se trata de una evasión irracional y fantasiosa, se trata de abrir el horizonte temporal a una dimensión sobrenatural que rompa el círculo vicioso del sufrimiento cerrado en sí mismo sin perspectivas de alivio.

Al  educar la fe de los hijos, se les da la capacidad de ver más allá de lo inmediato y visualizar un futuro esperanzador. Se les permite establecer una relación de amor con Dios Padre providente, con Jesucristo salvador y con el Espíritu santificador que guía y acompaña en el camino de la vida.  Cuando se lleva una vida de fe, se comprende que el destino del hombre no está limitado a la vida temporal. Se alcanza a comprender que después de esta existencia terrena se abren los horizontes insospechados de la plena felicidad en la dimensión  sobrenatural que hay que merecer. 

Sin una adecuada educación en la fe, abierta a la trascendencia y a la esperanza en la vida futura, es más probable que  el ser humano quede reducido a la inmediatez de los sentidos, al goce insaciable y pasajero de los apetitos. Se vive sólo para disfrutar aquí, a costa de lo que sea;  se abandonan  los principios morales, se corrompe la conducta,  se ignoran los valores y la vida del hombre se hunde en la irracional animalidad.  La esperanza del encuentro con los seres amados en la vida futura, anima al cristiano a llevar una vida recta guiada por los mandamientos, fortalecida por las virtudes, animada  por la fe y sostenida por la gracia.

Cuando se visualiza la dimensión sobrenatural y el auxilio que Dios concede a quienes buscan su gracia, no existe situación  difícil  que no pueda ser  superada por la fe. 

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