EL OBSERVADOR |

Este lunes 4 de septiembre falleció Mons. J. Trinidad Sepúlveda Ruíz Velazco, quien fuera el primer obispo de la diócesis de Tuxtla, Chiapas (1965-1988);  posteriormente fue nombrado  tercer obispo de la Diócesis de San Juan de los Lagos, el 15 de febrero de 1988 hasta su renuncia el 20 de enero de 1999.

Vocación

Don José Trinidad Sepúlveda nació en Atotonilco el Alto, Jalisco, el 30 de marzo de 1921, hijo de Don José Trinidad Sepúlveda y de Doña María del Refugio Ruiz Velasco. Ingresó al Seminario Menor de Guadalajara, Jalisco, donde estudió Humanidades y Filosofía. Sus estudios teológicos los realizó en Roma, y ahí fue ordenado Sacerdote el 27 de marzo de 1948, por manos de S.S. Pío XII.

A su regreso a México desempeñó su ministerio sacerdotal como Vicario cooperador en Tapalpa, Jalisco; fue Prefecto de Disciplina y Maestro de Teología, en el Seminario Mayor de Guadalajara. Fue ordenado Obispo el día 25 de julio de 1965, en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

La naciente Iglesia Particular lo necesitaba todo, y fue el estilo de vida y testimonio de su Primer Obispo, lo que dio esperanzas de fe a una sociedad muy alejada de Dios y por lo tanto de la Iglesia. Esto lo vemos en el testimonio que da José Nicolás Domínguez de la Rosa: “Al principio su fervor resonaba en los templos casi vacíos, testigos mudos de tantos acontecimientos ahí ocurridos; como su voz salía del espacio del recinto sagrado, tal vez por su curiosidad, algunas personas entraban para saber de qué se trataba, varias salían ya, con alguna inquietud: ¡Dios me Ama! ¡Dios existe! ¡Dios me perdona!” Y así fue transcurriendo el tiempo.

El obispo en bicicleta

Como los asuntos y atenciones, eran muchos y en los cuatro puntos cardinales sede de su obispado, y ante la imperiosa necesidad de trasladarse de un lugar a otro, no aceptó tener vehículo propio y eligió una bicicleta. ¡El Obispo en bicicleta!… Muchas personas no entendían su actitud y le criticaban. No faltaron las que se burlaban de él y hasta se dio el caso de que alguien le agrediera. Y él, con su humildad característica lo soportaba todo sin protestar.

Para visitar las parroquias que no están en la ciudad de Tuxtla, utilizaba cualquier medio de locomoción: vehículos de motor, caballos y caminata. Lo mismo se le veía recorriendo en vehículo una carretera, terracería o brecha, que desafiando los precipicios al atravesar una serranía, por un camino de herradura, montado en un caballo, o caminando a campo traviesa en la montaña para llegar a los más alejados e incomunicados poblados de su Diócesis.
A veces hacía sus travesías soportando los ardientes rayos del sol, otras caminando bajo la intensa lluvia o resistiendo bajas temperaturas; atravesando ríos, salvando lodazales… Dormía hasta en un petate tendido en el suelo… comía los más rústicos alimentos que le ofrecían y en muchas ocasiones padeció sed y hambre. Nunca exigió, nunca pidió, recibía agradecido lo que se le daba y como se le daba.

Sonriente, siempre amable llegaba a todos los lugares para hablarles de Cristo a sus hermanos indígenas y campesinos ¡que tanto amaba! Buscó la forma de ser vínculo entre las estructuras existentes y conjuntó proyectos para unir fuerzas para evangelizar.

Buscó con celo en las Diócesis, sacerdotes y seminaristas que se ofrecieran a donar su vocación en estas tierras. Visitó también Casas Religiosas, solicitando fundaciones de Comunidades que brindaran su apoyo en el apostolado en general.

Se organizaron grandes Jornadas para animar las Organizaciones Católicas existentes, como la Acción Católica y la Adoración Nocturna y se animó la institución de otros movimientos que impulsaran a los Laicos en su Vocación Cristiana.

Fuente: Celebrando Nuestra Fe, Arquidiócesis de Tuxtla

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