PASOS PARA EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN | Por Leonel NARVÁEZ G, imc | Fundación para la reconciliación |  Segundo paso hacia el perdón: YO DECIDO PERDONAR

Después de hacernos conscientes que la ofensa que nos han infligido es injusta y dolorosa,  pero a la vez peligrosa para nuestra salud, para nuestras relaciones con los demás, para la efectividad en nuestro trabajo, y para la comprensión misma de las causas de la violencia, debemos tomar una decisión: la decisión de perdonar!

Reiteramos que este camino, las más de las veces, es muy difícil hacerlo solo y es necesario el acompañamiento de otras personas que posiblemente hacen el mismo camino. En la experiencia de la Fundación para la Reconciliación en procesos de acompañamiento a personas que deciden perdonar, ha demostrado que este ejercicio gana en fuerza cuando se hace en pequeños grupos dirigidos por facilitadores entrenados en el tema.

Tomar la decisión de perdonar es una condición indispensable para seguir en el proceso de  perdón. Aunque se trata de una decisión libre, conlleva una cierta responsabilidad. Con la decisión de perdonar ocurre lo mismo que cuando el médico nos informa que debemos someternos a una cirugía, porque de lo contrario, nuestra salud va ciertamente a empeorar. En una circunstancia como esa, ya no nos enfrentamos ante una opción, el perdón es ahora parte esencial del buen vivir.

Cuando las personas sienten gran dificultad en perdonar porque tienen dolores y recuerdos demasiado profundos, es aconsejable hacer dos sugerencias. La primera es recordarles a estas personas que sus dolores y sus rabias son infecciosos y que en un abrir y cerrar de ojos no solamente se afectarán gravemente en su salud y en la mayoría de sus acciones de la vida cotidiana, sino que también afectarán a sus seres queridos, a las personas más cercanas, y en general a quienes lleguen a estar en su área de intercambios sociales.

La segunda sugerencia es ayudar a estas personas a definir alguna fecha significativa (el cumpleaños, el día del nacimiento de un hijo, algún aniversario especial) para que en forma de regalo a sí mismas, en ese día, decidan perdonar. Posiblemente aún no saben cómo hacerlo, pero la mera decisión es ya un paso invaluable.

Como el perdón no niega las demandas de justicia, muy probablemente, adicional a este ejercicio individual que la víctima hace, al mismo tiempo evolucionará algún proceso judicial. Sin embargo, este ejercicio del decidir perdonar es constitutivo e inherente al sujeto, tiene una lógica totalmente diferente al mundo de las leyes y va mucho más allá de las prácticas judiciales.

Es importante subrayarlo de nuevo: quien decide perdonar reconstruye su dignidad y el tejido humano lacerado por la ofensa, por lo tanto ya no depende su decisión y el trabajo que hará para continuar este saludable ejercicio, de la decisión de los aparatos judiciales, y tampoco, de la solicitud de perdón o del arrepentimiento del ofensor. Es fundamental entender que el perdón que se da es un don para quien lo otorga y para el ofensor. Si el don es auténtico no espera contracambio.

Los participantes en el ejercicio del perdón –en pequeños grupos- son invitados a   profundizar en las consecuencias de la ofensa a partir de tres pilares constitutivos del soporte de la vida: significado de la existencia, seguridad en sí mismo y socialización (las 3S). El ejercicio de las 3S se acompaña de un trabajo que permite a los participantes en una escuela de perdón asignar colores a las diversas reacciones que generalmente tienen ante las ofensas.

Por ejemplo, a la rabia se le asigna el rojo, a la urgencia de venganza el violeta, a la pasividad el amarillo, al justicialismo el azul y al perdón el verde (colores arbitrariamente elegidos como símbolos de estas actitudes). Cada uno de los participantes hace una revisión de sus diferentes actitudes ante las ofensas y sus consecuencias, las comparte con sus compañeros y juntos generan fortalezas para entender la importancia de emprender los caminos del perdón.

Este segundo paso termina con un ritual en el que las personas se pintan mitad de la cara con los colores que expresan las actitudes que han tenido anteriormente ante las ofensas. La otra parte de la cara la pintan con el color que exprese la actitud que tomarán de ahora en adelante. Normalmente, todos los participantes coinciden en pintarse de verde la mitad de la cara para expresar su actitud futura. Una persona ofendida entiende así que el perdón es la ecología del alma y que no hacerlo es seguir contaminando su diario vivir con las toxinas peligrosas de la rabia, el rencor y las urgencias de venganza.

En muchas ocasiones los participantes en un proceso de perdón coinciden en la necesidad de  cantar. Cantando anuncian la alegría de las nuevas realidades a las que están naciendo. Perdón es una nueva forma de renacer a otra forma de vivir. Con frecuencia, cantan la propuesta de Diego Torres, Color Esperanza, en la que invocan una fuerza especial para decidir perdonar, cuando expresan:

Sé que estás cansado de andar y de andar, y caminar girando siempre en un lugar.

Sé que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti, te ayudará…

Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera,

pintarse la cara color esperanza, entrar al futuro con el corazón.

Sé que lo imposible se puede lograr, que la tristeza algún día se irá… así será…

Sentirás que el alma vuela por cantar una vez más. Saber que se puede….querer que se pueda!

 

 

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