ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael BÁRCENAS SJ |

El pasado miércoles 11 de octubre, a las 12:00, en el día de la Comunidad de la Universidad Iberoamericana de Puebla, se celebró una misa con música de Coldplay. Antes, en otros años, también se utilizaron canciones de grupos contemporáneos para animar la liturgia para este festejo. En esta ocasión, gracias a un portal ultra-católico de corte conservador que puso el grito en el cielo, en internet y en redes sociales, hizo viral la convocatoria a esta misa, catapultándola a la fama en todo México (y más allá). Mucho dio de qué hablar. Unos se rasgaban las vestiduras. A otros les pareció una buena y novedosa iniciativa.

Conozco poco de la música de Coldplay. Esta banda no es la de mi generación, pero lo que he oído me gusta. Me conmovió el video, publicado en Twitter, por Luis Vázquez, quien llevó a su hijo de seis años al concierto que esta banda inglesa dio en el Foro Sol, en su última gira y en su paso por la Ciudad de México. Este niño no pudo contener la emoción cuando comenzó a escuchar la canción de “Fix You”, simplemente se le vinieron las lágrimas. El video llegó a Coldplay, que a su vez postearon: “Este tipo de cosas hacen que todo valga la pena. ¡Hola Luis y a tu hijo hermoso!“.

Ahora, en cuestiones musicales, de quien sí conozco repertorio, es de U2. A la fecha, me pone la piel chinita volver a escuchar “I still haven’t found what i’m looking for”, especialmente la versión grabada en una capilla de Harlem. El director del coro “New Voices of Freedom”, envió un casette (antes de la era del MP3 y de la llegada de Spotify) a la banda irlandesa. Ahí compartía una interpretación al estilo Gospel. El experimento encantó a Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. (integrantes de U2), a tal grado que fueron a Nueva York, en septiembre de 1987, y grabaron emblemático video.

No quiero resultar presuntuoso, pero no puedo evitar hacer alarde de que fui al concierto que dio U2, en fechas recientes, aquí en la Ciudad de México. Se conmemora el 30 aniversario del lanzamiento del álbum “The Joshua Tree”. Este disco lo escuché, siendo adolescente, en el reproductor de CDs que tenía mi tío Sergio (una primicia en aquel entonces). Luego, estudiando Ingeniería, en el Iteso de Guadalajara, y gracias a Chava Lozano, la música de U2 se convirtió en el soundtrack de la Procura. Así le llamábamos a la casa en donde vivíamos en comunidad (algo así como una CVX de tiempo completo): Mónica, Chava, Hugo, Humberto y mi hermano el Güero. Posteriormente, cuando me fui a vivir a Tijuana, en mis paseos solitarios y silenciosos por las playas fronterizas, a modo de jaculatoria cantaba el que todavía no encontraba lo que andaba buscando. Esas caminatas fueron muy significativas en mi proceso de discernimiento vocacional. Por eso, en el Foro Sol, frente a esa pantalla que desplegaba la sombra del árbol de Joshua, canté a todo pulmón “Bad”, “Pride”, “With or without you”, “Where the streets have no name” y “One”. No fui el único. Formé parte de un coro de decenas de miles de voces. ¡Qué bonita experiencia de comunión musical! De alguna manera, todos fuimos uno.

Tanto U2 como Coldplay son de ese tipo de bandas rockeras que en sus canciones comparten sus búsquedas, certezas, luchas internas, sueños y esperanzas, de tal manera que te sintonizan a estas frecuencias. Traen buen rollito y son buena onda (claro, el gusto se rompe en géneros). Más de una de sus canciones entran perfecto para momentos de recogimiento y para reflexión sobre la paz, la justicia y la fraternidad.

Desde hace tiempo, en EUA, en diferentes iglesias y a modo de oraciones ecuménicas, se ha utilizado canciones de U2 para liturgias. Incluso se desarrolló el concepto U2Charist(también llamadas eU2charist o Misas U2), en donde toda la música del servicio religioso provenía del acervo de este grupo irlandés. Tal fue la aceptación, y notoria la presencia de jóvenes (y fans), que las U2Charist se propagaron por Australia, Países Bajos, Italia e Inglaterra, incluso en México. Recuerdo haber asistido, hace años, a una de estas celebraciones religiosas en una Iglesia de Lomas de Chapultepec.

Sobre la Misa Coldplay, creo que se exageró en las reacciones que despertó. Si acaso, critico que se haya hecho al medio día, creo que la penumbra del atardecer ayuda más a la contemplación (interna y auditiva). Ciertamente esta misa no es para todo público, o bueno, es para todos, pero no a todos les viene bien. Igual pasa con las misas en latín. Una misa en latín le viene bien y le llega más a quien sabe latín.Igual acá, creo que el público a quien se orienta es a jóvenes (especialmente los que están alejados de la iglesia y es una buena estrategia para atraerlos) y, por su puesto, a los conocedores de estas bandas musicales. En lo personal, no encuentro problema con que, en una misa, se ponga música de U2, Coldplay, Fito Páez o Mercedes Sosa, ya que algunas de sus canciones entran como anillo al dedo para el momento que la liturgia trata de resaltar. Claro, depende de la misa y depende del público. Ahora, la música es importante, pero no es lo primordial. Lo importante es propiciar el encuentro con el Misterio, con la Misericordia que nos desborda. Lo importante es conmovernos ante la belleza. Belleza que deja entrever lo Sagrado. Belleza que se manifiesta en expresiones artísticas de ayer y de hoy. Lo importante es entrar en comunión con Dios y con los demás. Lo importante es que nos reconozcamos, dentro de nuestras diferencias, como comunidad, es decir, hermanas y hermanos que decidimos estar juntos y celebrarlo. Por tal motivo, y como bien hizo el Padre Fernando Fernández Font, jesuita Rector de la UIA Puebla, es muy importante esmerarse en el sermón. Eso sí.

@elmayo

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