Por Gilberto Hernández García |

Como en todos los países del mundo y de América, la violencia en Uruguay adquiere diferentes formas. Sin embargo, la violencia doméstica ha crecido de manera alarmante, de ahí que este país estuviera a la cabeza, en 2015, en el índice de muertes violentas en el ambiente del hogar.

“La sociedad toma a las cárceles como un lugar de venganza: ‘tú le hiciste mal a la sociedad, te encerramos ahí y no me importa lo que pase contigo’; no se platea que es parte de la sociedad, que probablemente ha sido violentado antes que él sea violento y que de alguna manera, para que la cárcel le sirva tendría que restituirlo a la sociedad, rehabilitarlo”. Es lo que afirma Selso Lima, miembro del Instituto Kolping en Uruguay y promotor de las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE) en aquél país.

“Es muy triste, pero nuestros sistemas carcelarios no hacen con efectividad esta función, no rehabilitan, no todos los centros procuran una vida digna para el que delinque. Nuestro sistema carcelario, como en algunos otros lugares, no ha tenido la capacidad para rehabilitar al reo, al contrario, lo ha metido en un círculo de degradación”, afirma el señor Lima.

La población carcelaria en Uruguay, sobre 3.5 millones de habitantes, llega a 10 mil adultos, más los que están en el sistema de privación de libertad de menores, que también tendrá unos mil.

 

Conflictividad social

“En Uruguay la mayor violencia es la exclusión social y ésta genera pobreza, lo que trae como consecuencia descontento y violencia porque hay que sobrevivir con la droga, con la prostitución o robando, y que al final de cuentas es lo que ‘surte’ de reclusos a los centros penitenciarios. Pero como el sistema no es adecuado, el que delinque entra y sale muchas veces, se recicla, y lamentablemente va perfeccionándose en el mundo del crimen”, afirma don Selso Lima.

Tampoco es un secreto que en las cárceles hay un sistema de poder, de corrupción, con protección para algunos, lo que permite a los delincuentes seguir “trabajando”; es sabido que muchas bandas criminales operan desde las cárceles, extorsionando y amenazando, y esto lo hacen en complicidad o la omisión de las autoridades.

El sistema uruguayo de reclusión tiene cárceles que son poco conflictivas y que tienen algunos programas que efectivamente ayudan al recluso a irse rehabilitando, y son, al final de cuentas, donde las organizaciones de la sociedad civil colaboran con su esfuerzo y desde sus enfoques a ayudar en esta tarea de rehabilitar y reinsertar en la sociedad al que ha cometido algún delito. En cambio hay otros centros donde nadie puede entrar, son tierra de nadie, donde campea fuertemente la corrupción.

En estos ambientes es donde la red de Escuelas de Perdón y Reconciliación han venido desarrollando su trabajo desde hace un par de años.

“En las ESPERE de Uruguay hemos hecho una estrategia, partiendo de la preocupación que siempre ha tenido la Iglesia por los privados de libertad, para llevar por todo el país con el apoyo de Cáritas; esta organización tiene miles de voluntarios que trabajan en la pastoral carcelaria, con Cáritas hicimos un convenio para capacitar en la metodología del perdón y la reconciliación a esos agentes de pastoral penitenciaria. Incluso a los técnicos que trabajan en el área de contextos críticos. Todo esto lo hemos llevado a las grandes capitales del interior del país, así como en Montevideo, donde las cárceles son las más hacinadas y conflictivas. En el año se tiene, en cada centro un taller de ESPERE para hombres y otra para mujeres”; señala el miembro del Instituto Kolping.

“Fundamentalmente lo que logra el recluso con los talleres de perdón y reconciliación es que se reconcilia con su historia, logra salir de una situación aparentemente sin salida en la que vivía, porque se ha creído que esa forma de vida que ha llevado es la única posible. Sin duda la experiencia de las ESPERE le ayuda a salir de ese círculo vicioso y le da una nueva perspectiva. Después, como en todo, depende de cada uno, ellos se hacen conscientes de que la rehabilitación tiene que ver el esfuerzo personal y con las ayudas que recibe del entorno, su familia, la comunidad. Otra ventaja que tienen al hacer el taller de perdón es que se les reduce la pena que están purgando.

Eso los motiva, sin embargo, siempre que se acercan a vivir la experiencia de las ESPERE es porque sinceramente están buscando ‘una salida’ a su situación personal que ya los tiene hartos, buscando superar lo que lo ha llevado a delinquir”.

 

Justicia restaurativa

En Uruguay se está empezando a hablar de este tema. Una animadora de las ESPERE, que era operadora penitenciaria se fue a Brasil a profundizar sobre este tema que es parte fundamental de los talleres de perdón y reconciliación; ella hizo su tesis de psicología sobre justicia restaurativa y ha sido bien recibida en este ambiente.

En el sistema judicial y penitencial, se ha volteado la mirada a esta forma alternativa de entender la justicia y que busca no sólo la punición del que delinque, sino centra su interés en “recuperarlo” como miembro de la sociedad, habitarlo desde su dignidad personal.

“Hay toda una población de presos que si se le da una oportunidad pueden realmente rehabilitarse y reinsertarse en la sociedad de una nueva manera. Desde luego no aplica en todos los casos, pero en los delitos comunes hay una gran posibilidad”, concluye Selso Lima.

 

 

 

 

 

 

 

 

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