Por Gilberto HERNÁNDEZ GARCÍA |

América Latina es un continente marcado por la conflictividad social que ha sumido a varios países en una “espiral de violencia”. Esa situación no ha dejado pasivos a los actores sociales, entre ellos a la Iglesia. Cada vez más es necesario la presencia de estas entidades con proyectos viables que ayuden a reestablecer el “tejido social” y a afianzar la paz, la reconciliación y la convivencia fraterna.

El padre Leonel Narváez, misionero de la Consolata de origen colombiano, ha creado una metodología para ayudar a las personas y a las comunidades a superar las heridas que la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, ha dejado. A través de las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE), le apuesta a una cultura política que favorezca la paz más sostenida y duradera, más digna y más justa. Hablamos con él acerca del contexto de conflicto en nuestro continente Latinoamericano y los caminos posibles, algunos ya ensayados, para transformar la realidad de conflicto en realidad de reconciliación.

 

Conflictividad en América Latina

La conflictividad en América Latina tiene raíces en una educación para la competencia, para ganarle al otro, se ha generado una cultura, entre muchas otras, que podríamos llamarle “narco cultura”, es decir una “narco mentalidad”, que se resume en “tener mucho, tener rápido y tener como sea”. Tener mucho sin hacer mayor esfuerzo, tener como sea incluso utilizando incluso la violencia. Este parece ser parte de la cultura latinoamericana hoy en día.

 

Tarea de la Iglesia en la construcción de la paz

Por otra parte, es claro que la religión no ha incidido suficientemente en la realidad para cambiarnos. Es un reto grande para las Iglesias, para la Iglesia católica, que es la mayoría en Latinoamérica, de qué tipo de pastoral estamos haciendo, si sirven solamente los ritos y los sacramentos o si hay que impulsar una nueva evangelización, que creo yo, no hemos tomado en serio.

 

Los énfasis de una “nueva evangelización”

El centro de la propuesta de Jesús es el Reino de la paz, la fraternidad, el amor, y sobre todo del perdón; fue Él quien llevo el perdón a dimensiones hiperbólicas: hay que perdonar 70 veces 7, siempre, perdonar lo imperdonable y, todavía más difícil, hay que llegar a ser corderos, que se ofrecen por los pecados de los demás. Comprender estas cosas que he dicho parecería sencillo, pero es una tarea evangelizadora para nuestro continente y necesaria en esta coyuntura.

 

Iniciativas de paz, ¿por qué no funcionan?

El caso más reciente que conozco es el de Sudáfrica, que aproximadamente hace 27 o 28 años alcanzó la paz, fue muy sonada en el mundo, se habló mucho de reconciliación y de perdón, pero solo se quedó en teoría.  Ellos mismos reconocen que no lo pudieron aplicar.

Para el caso de Colombia, pero con aplicación a los casos de El Salvador, Honduras, Nicaragua; fueron países que también hicieron la paz, pero se les olvidó un detallito: de que la gente se tiene que perdonar. Lograron eliminar algunas de las causas de la violencia; las guerrillas se desarmaron, se hicieron negociaciones con el gobierno, pero olvidaron que quedaron muchas víctimas, muchas rabias y rencores. Y si uno no supera las rabias y los rencores la paz es frágil; y a la larga se hace insostenible.

 

México, caminos transitables para la paz

En Colombia se han tenido unas negociaciones exitosas con las guerrillas, y me parece que igual que se hizo algunos años en Colombia, ahora también el futuro en los países, en las ciudades, van a tener que entender que es necesario negociar con los criminales, no se puede pensar que una conflictividad así se resuelve con fusiles y con cárceles

 

En qué términos se negocia con los criminales

A los criminales, en un cierto momento, hay que ofrecerles tres cosas: favorabilidad penal, hay que decirles “si ustedes entregan las armas, dicen la verdad y se someten a un marco de ley no habrá más ni menos de pena”, eso ha sido comprobado que atrae a los criminales; segundo, hay que ofrecer empleo; y hay que ofrecer educación para la paz, para la democracia, para el respeto a las normas. Esos tres componentes son mínimos pero son básicos.

Víctimas, artesanos de paz

Son los que definen los términos de la paz. En Colombia tuvimos la experiencia de que la paz se hizo más fácil cada vez que logramos involucrar a las víctimas y que los victimarios fueron capaces de enfrentarlos cara a cara, y entendieron que tenían que facilitar la paz, que no podamos seguir en ese crimen tan terrible. La guerrilla tuvo que entender que las armas son el fracaso de la palabra, del diálogo.

 

 

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