Por Jorge Traslosheros

El Papa se hizo “intérprete del grito que sube desde cada parte de la Tierra” para dar impulso a la paz en Siria y Medio Oriente, a través del diálogo y la oración, exigiendo generosidad a la comunidad internacional. La población siria soporta los estragos de una guerra interna y ahora sufre ante el pronto ataque de Estados Unidos.

Francisco presta su voz a los líderes cristianos, quienes advierten contra la acción de Obama, pues radicalizará y extenderá la violencia. Cuentan con el apoyo de algunos líderes musulmanes, sonadamente del rey de Jordania. En esta lógica, el Papa llama a los católicos y demás cristianos, practicantes de otras religiones y personas de buena voluntad, a unirse en una jornada de oración y ayuno este sábado siete de septiembre, vigilia de la Natividad de María Reina de la Paz.

La respuesta ha sido generosa entre los cristianos, a los cuales se ha sumado el gran muftí de Siria —líder espiritual del islam sunita— junto con diversos sectores musulmanes de aquel país porque el Papa dijo: “es un padre que se preocupa” por toda la población “para que no sea destruida por divisiones religiosas o por el radicalismo”.

Los cristianos son “el canario en la mina” de Medio Oriente. Son ellos quienes reciben, primero que nadie, el golpe brutal de la violencia fundamentalista y quienes han pagado el costo de las guerras y acciones militares emprendidas por las potencias occidentales. Siempre han respondido con oración, buscando caminos de diálogo y entendimiento, cuando no han sido forzados a abandonar su tierra milenaria. Ellos, que forman las comunidades más antiguas de la cristiandad, han puesto la otra mejilla, lo que consiste, siempre, en llamar a la razón como hiciera Jesús ante sus verdugos.

Benedicto XVI articuló una estrategia que devolviera la palabra a los cristianos de la zona, para cumplir con la misión de ser la voz de la razón capaz de tender los puentes por donde transite la paz. Su primer paso fue la maravillosa lección de Ratisbona, que tanto molestó a los intelectuales occidentales, en la cual dejó en claro que usar el nombre de Dios para justificar la violencia es traicionar a Dios, y que el fanatismo religioso, al igual que el secular, es producto del divorcio entre la fe y la razón.

Con estos argumentos, logró abrir el diálogo con el islam racional, visitó Jordania, Palestina y Tierra Santa, profundizó el encuentro con los judíos y realizó el primer Sínodo de Obispos de Medio Oriente. Ahora Francisco pone el ministerio de San Pedro al servicio de esta causa. Su llamado debe ser atendido por cada católico del planeta con oración e imaginación. Es una de las misiones primordiales de la Iglesia, que para esto se llama Católica.

La astucia de Maquiavelo, inspiración de Obama y asociados, no entiende razones porque carece de esperanza y desconoce el significado de la fe. Revisar la prensa occidental hiela el corazón. Ni una palabra significativa al llamado del Papa y mucho menos para dar voz a los cristianos de Medio Oriente. Deshojan la margarita. Adivinan el momento del ataque, golosos del espectáculo que viene. En la zona, el radicalismo se goza porque la embestida los justifica e infunde fuerzas. Pero siempre ha sido así. La inteligencia del Evangelio es el misterio de la Cruz.

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