El huésped “no sólo ha de ser simplemente servido, alimentado, asistido en todo sentido. Sobre todo, ha de ser escuchado, acogido como persona, con su historia, su corazón rico en sentimientos y pensamientos, de modo que pueda sentirse verdaderamente en familia”. Lo dijo este domingo el Papa Francisco antes de la oración mariana del Angelus. Luego del rezo, el pontífice expresa su cercanía a las víctimas de Niza: “Dios acoja a todos ellos en su paz, sostenga a los heridos y consuele a los familiares”.

El relato evangélico de hoy habla de la visita de Jesús a las dos hermanas, Marta y María: “Ambas ofrecen su hospitalidad al Señor, pero lo hacen de maneras diversas. María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra; en cambio, Marta está totalmente tomada por las cosas que han de prepararse; y llegado un punto, le dice a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Y Jesús le responde: «Marta, Marta, tú te inquietas y te agitas por muchas cosas, y, sin embargo, una sola cosa es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada»”.

En sus quehaceres y ocupaciones, continúa Francisco, “Marta corre el riesgo de olvidarse. Y éste es el problema: arriesga olvidar lo más importante, es decir, la presencia del huésped, de Jesús. Se olvida de la presencia del huésped. Y el huésped no sólo ha de ser servido, alimentado, asistido en todo sentido. Ha de ser, sobre todo, escuchado –recordad bien esta palabra, escuchar. Que el huésped sea acogido como persona, con sus historias, su corazón rico en sentimientos y pensamientos, de modo que pueda sentirse verdaderamente en familia. Pero si tú recibes a un huésped en tu casa y continúas haciendo tus cosas, él esta callado y tú estás callado… Como si fuese un huésped de piedra. El huésped ha de ser escuchado”.

Por cierto, retoma, “la respuesta que Jesús da a Marta –cuando le dice que hay sólo una cosa de la cual él tiene necesidad – encuentra su significado pleno en referencia a la escucha de la palabra de Jesús mismo, esa palabra que ilumina y sostiene todo lo que somos y hacemos. Si nosotros vamos a rezar, por ejemplo, frente al Crucifijo y hablamos, hablamos, y luego nos vamos de allí, no escuchamos a Jesús. ¡Escuchar! Esa es la palabra clave. No lo olvidéis. La palabra de Jesús nos ilumina”.

 

Pero “no debemos olvidar que, también en la casa de Marta y María, Jesús, antes que Señor y Maestro, es peregrino y huésped. Por ende, su respuesta tiene, primero, este significado más inmediato: ‘Marta, Marta, ¿por qué te ocupas tanto por el huésped, hasta llegar a olvidar su presencia?’ El huésped de piedra. Para recibirlo, no son necesarias muchas cosas; es más, se necesita sólo una cosa: escucharlo, la palabra “escucharlo”, demostrarle una actitud fraterna, de modo que se sienta en familia, y no en un refugio provisorio”.

Así entendida, concluye, “la hospitalidad, que es una de las obras de misericordia, se muestra como una virtud humana y cristiana, una virtud que corre el riesgo de ser descuidada en el mundo de hoy. De hecho, se multiplican los hogares y los asilos, pero en estos ambientes no siempre se practica una verdadera hospitalidad. Se da vida a varias instituciones que brindan asistencia para muchas formas de enfermedad, de soledad, de marginación, pero disminuye la posibilidad, para quien es extranjero, marginado, refugiado, migrante, excluido, de encontrar a alguien que esté dispuesto a escucharlo. Porque es extranjero, refugiado, migrante… ¡escuchad esa dolorosa historia! Incluso en la propia casa, entre los familiares de uno mismo, puede suceder que se encuentren más fácilmente  servicios y atención de todo tipo, que escucha y acogida”.

Hoy “estamos perdidos de tal manera, urgidos por tantos problemas –algunos de los cuales no son importantes- que carecemos de la capacidad de escucha. Estamos continuamente ocupados, y así, no tenemos tiempo para escuchar. Y yo quisiera preguntaros a vosotros, a cada uno de vosotros, y que cada uno responda en su corazón: tú, marido, ¿tienes tiempo para escuchar a tu mujer? Y tú, mujer, ¿tienes tiempo para escuchar a tu marido? Vosotros, padres, ¿tenéis tiempo para escuchar a vuestros hijos? ¿O  a vuestros abuelos, los ancianos? Pero los ancianos dicen siempre tantas cosas… ¡Pero necesitan ser escuchados! Os pido aprender a escuchar y dedicar más tiempo a la escucha. En la capacidad de escucha está la raíz de la paz”.

Luego del Angelus, el papa recuerda la masacre de Niza: “En nuestros corazones está vivo el dolor por la masacre que, en la noche del jueves pasado, en Niza, se llevó tantas vidas inocentes. Y hasta  incluso tantos niños. Estoy cerca de cada familia y de la nación francesa entera, de luto. Dios, Padre bueno, acoja a todas las víctimas en su paz, sostenga a los heridos y consuele a los familiares; que Él aleje todo proyecto de terror y de muerte, para que ningún hombre ose más derramar la sangre del hermano. Un abrazo paterno y materno a todos los habitantes de Niza y a toda la nación francesa. Y ahora, todos juntos recemos, pensando en esta masacre, en las víctimas, en los familiares. Rezamos primero en silencio [sigue un momento de silencio sobre toda la plaza, luego el Papa reza un Ave María].

Inmediatamente después, fueron los acostumbrados saludos a los peregrinos presentes. El Papa dice: “veo allí a los valientes hermanos chinos. Un saludo grande a vosotros”. Y por último, el augurio de “buen almuerzo y buen domingo. Por favor, ¡no olvidéis rezar por mí!”.

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