Antes del rezo del Ángelus, el Papa Francisco expresó  su alegría a los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro  por el bautismo de 32 niños que realizó en esta fiesta del Bautismo del Señor:  “¡A mí me gusta bautizar niños, me gusta tanto! Cada niño que nace es un don de alegría y esperanza, y cada niño que es bautizado es un prodigio de la fe y una fiesta para la familia de Dios”.

El Santo Padre se refirió al Evangelio donde se narra el Bautismo de Jesús. Subrayó que el las palabras: “se abrieron para Él los cielos” se realiza la profecía que la liturgia nos hace repetir en el tiempo de Adviento: “¡Si tú abrieras el cielo y descendieras!” Si los cielos quedan cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro, sin esperanza. En cambio, celebrando la Navidad, la fe, una vez más, nos ha dado la certeza de que los cielos se han abierto con la venida de Jesús.

El Papa instó a los fieles a “contemplar los cielos abiertos”: esto “es posible también para cada uno de nosotros, si nos dejamos invadir por el amor de Dios, que nos es donado por primera vez en el Bautismo, por medio del Espíritu Santo”. “¡Dejémonos invadir por el amor de Dios! ¡Este el gran tiempo de la misericordia! ¡No lo olvidemos! ¡Este el gran tiempo de la misericordia!”

Francisco reflexionó: “Cuando Jesús recibió el Bautismo de penitencia de Juan el Bautista, solidarizando con el pueblo penitente – Él sin pecado y sin necesidad de conversión – Dios Padre hizo sentir su voz en el cielo: “¡Éste es mi Hijo amado en quien me complazco!. Jesús recibe la aprobación del Padre celeste, que ha lo enviado justamente para que acepte compartir nuestra condición, nuestra pobreza. Compartir es el verdadero modo de amar. Jesús no se separa de nosotros, nos considera hermanos y comparte con nosotros. Y así nos hace hijos, junto con Él, de Dios Padre. Ésta es la revelación y la fuente del verdadero amor. Y este es el gran tiempo de la misericordia”.

Por eso cuestionó: “¿No les parece que en nuestro tiempo haya necesidad de un suplemento de comunión fraterna y de amor? ¿No les parece que todos tenemos necesidad de un suplemento de caridad? No aquella que se conforma de la ayuda improvisada que no involucra, no pone en juego, sino de aquella caridad que comparte, que se hace cargo del malestar y del sufrimiento del hermano. ¡Cuál sabor adquiere la vida, cuando se deja inundar por el amor de Dios!”

Por favor, síguenos y comparte: