Por Antonio Maza Pereda | Red de comunicadores católicos |

México, un país con 84.2 millones de personas (mayores  de 5 años) que se declaran católicos y 94.2 millones que declaran profesar alguna religión, tiene muy escasa presencia de los valores católicos o religiosos en los medios masivos de comunicación.

Se pueden dar muchas razones para esto. Una separación Estado – Iglesia que ha ido mucho más allá de lo que ha ocurrido en otros países democráticos, donde hay una presencia católica en la prensa y en los medios de comunicación bastante notable. ¿Razones?  El dominio de alguna prensa por grupos jacobinos. La hostilidad de algunas autoridades hacia las Iglesias. Un conflicto religioso, ya lejano, pero que no deja de tener efectos. El hecho es que, si tratamos de medir la influencia de la Iglesia Católica en la prensa, en otros medios, en lo que se ha dado en llamar la cultura popular, esta no concuerda con los números de los que se declaran católicos.

Podríamos decir que la participación de católicos en los medios se ha dado de varias maneras:

  • Medios confesionales, tales como hojas parroquiales, boletines y gacetas de las diócesis; generalmente de alcance y recursos limitados, con escasa influencia.
  • Medios cuyos dueños son católicos, y que en la medida de lo posible influyen con sus valores, pero sin declararse medios específicamente católicos. Algunos de ellos son de alcance nacional, otros son locales.
  • Periodistas de formación católica, que participan en los medios y que, indudablemente, hacen su labor influidos por los valores que profesan, pero que no son generalmente reconocidos como una voz católica.
  • Algunos medios que, sin estar en los casos anteriores, tienen una presencia permanente y una clara profesión de catolicismo en su línea editorial.
  • Participaciones esporádicas, en acontecimientos religiosos de gran relevancia, como son los viajes papales y celebraciones como las del 12 de diciembre, donde se da espacio a católicos, sacerdotes o seglares, como comentaristas especializados en el tema.

En conjunto, la participación de católicos en los medios ha sido de escaso alcance, en lo que se refiere a influir en el desarrollo de una cultura que esté imbuida de valores cristianos. Parafraseando a Gabriel Zaid, se puede decir que hay católicos periodistas, pero pocos periodistas católicos, en quienes lo católico sea un adjetivo calificativo, que defina y distinga a ese periodista entre sus colegas. En consecuencia, quien solo conociera a nuestro país por lo publicado en los diversos medios, llegaría a la conclusión de que este es un país secularizado, donde la Iglesia Católica no ha influido en la cultura, si entendemos con Octavio Paz a la cultura como creación y participación común de valores. De esa participación común hemos, en buena medida, estado excluidos los católicos.

Esta paradoja, en la cual vivimos todos desde nuestro nacimiento, tiene sus raíces en la Reforma, el positivismo en la educación, el dominio de la escuela laica en la formación del alma nacional y el largo período de gobiernos laicos emanados de la Revolución Mexicana que aún gobiernan una parte importante del territorio nacional. Estamos tan acostumbrados a esta situación que casi no la notamos. La mejor prueba de esto es que es un tema que no se discute; se da por hecho que las cosas son así y ni siquiera hay un debate público sobre esta situación que podría verse, en el extremo, como una limitación al derecho de expresión de una parte mayoritaria de nuestra población.

La consecuencia ha sido la casi total ausencia de periodistas y editorialistas católicos en nuestros medios, de la talla de un G.K Chesterton, por ejemplo. La prensa católica podría verse desde afuera como tímida y anémica, hasta el punto de que es válido cuestionarse: ¿Es posible un periodismo católico en México?Ciertamente ha habido por mucho tiempo barreras legales, como el anacrónico artículo constitucional que prohibió la presencia de las Iglesias en los medios. Otras barreras de orden práctico, como el negar el acceso a periodistas con un mensaje católico en los medios, están claramente firmes en su lugar. Pero podría también argumentarse, posiblemente con bases, que el tema no ha sido una prioridad para los católicos, que ya han tomado como un hecho natural su marginación en el campo de la opinión pública (o publicada como precisan algunos).

El otro lado del debate en también muy importante: ¿Es necesario un periodismo católico en nuestro país? A juzgar por la clara decadencia en los valores sociales, reflejados en la corrupción, la violencia, y otros males que sufre nuestro país, el resultado de una prensa laica en el mejor de los casos y anticatólica en el peor, es bastante cuestionable, por decirlo de un modo suave. A todo un pueblo se le ha estado despojando sistemáticamente de sus valores, es decir, de su cultura, en nombre de principios que la mayoría no suscribe. Huérfanos de principios, los medios dan voz a las preocupaciones de la ciudadanía, pero sin proponer soluciones de fondo e ignorando en sus propuestas los valores y tradiciones de los mexicanos.

¿Qué hacer? El tema es suficientemente importante como para debatirlo a fondo y con seriedad. No es posible continuar en una situación descrita. ¿Cómo demoler o al menos reducir las barreras que impiden la creación de medios específicamente católicos y el acceso de periodistas católicos a los demás medios? ¿Cómo desarrollar periodistas con vocación de periodismo católico? ¿Cómo llevar esta preocupación a la agenda de los católicos, en primer lugar, y después a la agenda nacional? ¿Cómo lograr que entre los escasos periodistas católicos haya colaboración y comunicación? El tema, merece ser discutido ampliamente.

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