Por Felipe de J. MONROY, Director de VIDA NUEVA MÉXICO |

Dice Caballero Bonald que ‘cuando dos cultivadores del género apocalíptico se juntan, cunden como una multitud’. Y, por esta vez, le doy la razón. No es que haya muchos que anden por allí alertando catástrofes como si dieran el clima (incluso son tan erráticos como los mismos presentadores de TV); pero, anatemizan y profetizan con tanta vehemencia y seguridad que en realidad parecen no hablar por ellos sino en nombre de un dios, de una visión o de una misión trascendente que han podido desentrañar de entre los misterios del universo. Pareciera que hablan de una misión revelada a ellos, exclusiva e inexplicablemente solo a ellos, como voceros de la última oportunidad de salvación; pero, principalmente, hablan de un pesimismo profundo e irremediablemente egoísta porque no todos piensan u obran como ellos quisieran.

Y, atención, no hablo del mundo religioso (que sí tiene en ello varios representantes); sino de un más extendido y fuertemente aplaudido espacio moral amargo, catastrofista y colérico cuyos habitantes, además de señalar incansablemente las pifias y errores de los demás, no son capaces de escuchar o dar validez a la disculpa que desde la humidad se ofrece cuando la razón o el cariño nos alerta de nuestras equivocaciones.

El comentario del arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios, sobre el crecimiento ‘epidémico’ del fenómeno de madres solteras no fue correcto y, sin duda, habla de ciertos resquicios verbales misóginos presentes en círculos tradicionales (tanto en la Iglesia como en la prensa, porque si Reyes dijo ‘epidemia’ los medios no tuvieron empacho a decir ‘plaga’). La reacción fue la esperada: madres solteras exigieron una disculpa porque las palabras ofenden.

Y, por ellas, Reyes Larios pidió perdón: “Me disculpo, usé mal la palabra… solté una mala palabra y por eso solté la palabra epidemia; pero no es por ahí el asunto. Lo que yo dije algunos lo tradujeron así y fue lo que más corrió”.

Sin embargo, ni la disculpa ni la aclaración de que aquellos que dijeron ‘plaga’ a las madres solteras fueron los medios evitó que el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación iniciara un procedimiento contra el arzobispo. Esto es lo que le alarma a Caballero Bonald: cada pifia en voz de los otros es una magna calamidad.

Son sabuesos de catástrofes, pregoneros del desastre y deprimentes rastreadores de las muchas miserias humanas. Y aunque sea evidente señalar los innumerables dramas sociales, el olvidar detenernos a valorar aquellas esperanzas que brotan de la sorpresa evita el humanizarnos, nos quita los pies de la tierra y nos da el aparente derecho de juzgar a diestra y siniestra sin sentido de concordia, paz o caridad.

Hay otras características no menos jocosas de estos ‘apocalípticos’: “carecen del más rudimentario sentido del humor y sufren de una agotadora tendencia al manejo de hisopos”, diría Caballero.

Sucedió con el famoso exorcista Antonio Fortea. Acudió a un programa de televisión (bastante chabacano hay que advertir) porque “quería que la fe apareciera en los medios”. Por supuesto, los productores del programa no lo buscaron por ello sino por el morbo que siempre provoca el demonio, sus avernos y las luchas espirituales en contra de las influencias demoniacas por las que Fortea se ha hecho famoso y cuyos libros llegan a ser best sellers. De cualquier manera, el religioso acudió.

Hasta allí parecía todo lógico. Sin embargo, Fortea lanzó un S.O.S a sus seguidores (que no son pocos) porque desconfió de la gente del programa, alertó que, por unos y otros comentarios que le hicieron en voz baja, le entró miedo de que con el programa “la gente saque mala impresión de mi”; aún más, le preocupó que, por esa impresión, la gente se alejara más de la Iglesia. Incluso dijo que “del entrevistador me espero sencillamente lo peor”.

Aquí es donde entraron los ‘sabuesos de la catástrofe’ quienes iniciaron una fuerte cruzada contra el presentador, el canal, la televisión, las burlas contra los sacerdotes y hasta los programas de entrevistas. ¡Y eso que aún ni siquiera había salido al aire el programa! Cero gramos de humor y cien toneladas de agua bendita para sumergir de una vez y para siempre a todos los impuros.

La historia no termina allí. El programa salió. Malo y mediocre si me preguntan. Pero por ningún costado se le miró la mala intención. Incluso Fortea cambió de parecer: “debo reconocer que no ha habido manipulación alguna de la entrevista. Es de justicia reconocer eso y así lo hago públicamente”. Y ha escrito algo muy importante en su blog: “El bien de las almas vale la pena que alguna vez las cosas salgan mal”.

Mostrar apertura a la sorpresa. Allí hay una riqueza inmensa de alegría y esperanza. Es de aplaudir que, tras el error cometido, Reyes Larios y Fortea supieron reconocer su falta de caridad y ambos pidieron perdón.

¿Quiénes son entonces los que se han atrincherado en la comodidad de su ideología y desprecian toda voz que les haga pensar en un mundo diferente?

Inundó el internet un video de una tienda de mascotas donde empleados agredían brutalmente a algunos perros y un roedor; no solo los organismos defensores de animales reaccionaron (lo que está bien en principio) también reaccionaron con suma violencia otros colectivos y, en lo individual, muchos usuarios. El episodio logró cerrar la tienda y dar inicio a investigaciones que deslindaran responsabilidades. Pero eso no fue suficiente; la audiencia quería venganza. Y la consiguió: Uno de los empleados recibió una brutal golpiza. La cual fue alentada y aplaudida por ateos, creyentes, cristianos, gatófilos, católicos, blogueros, sacerdotes, líderes profauna, políticos, empresarios, amas de casa, profesionistas, artistas y un largo etcétera. Una inusual alianza inhumana con delirios de potestad punitiva. Ninguno de los coristas pidió perdón después de ver que unos verdugos anónimos completaron un crimen contra un ser de su misma especie animados por esa rabia apocalíptica: “Todos los impuros deben sufrir; solo los puros (nosotros) salvaremos al mundo de sus necedades”.

Insisto, muchos de estos fanáticos no son religiosos, solo tienen el alma amargada, el horizonte lleno de catástrofes y la lengua llena de cólera.

Algo así leo en Roberto Blancarte con su opinión entorno a la encíclica Laudato Si’: “El problema central es la visión judeo-cristiana acerca del mandato divino de la dominación de la tierra, lo que ha generado su saqueo durante siglos”. Ergo, judíos y cristianos son los únicos responsables del desastre ecológico; los demás quizá no y pueden ponerse a bailar o a mirar fijamente a los culpables mientras ponen sus brazos en jarra y menean de un lado a otro la cabeza reprochándoles. ¿Cuántas veces se mira así a los creyentes o a los ateos; a los pobres o a los ricos; a los promotores de la familia tradicional o a los defensores de otras formas de familia? En fin, ¿cuántas veces no se prejuzga y rechaza todo argumento emanado de cualquier grupo social estereotipado sin una pizca de vergüenza de nuestro prejuicio?

Esa es la imagen que hay que reconocer –sabernos reconocernos principalmente- y encaminarla hacia otra postura de humildad. Francisco pone ejemplo: no juzgar negativamente, abrazar y pedir perdón.

La única consecuencia de poner frente a los ojos los filtros del asombro es un alma amargada, acongojada e impaciente, incapaz de tocar realidades sin antes ‘purificarlas’ a su conveniencia.

Los catastrofistas ‘cultivadores del género apocalíptico’ se encuentran solos frente a lo que persiguen, a lo que les huye mientras más lo persiguen. Y prefieren entonces ser perseguidos, fantasean en ser perseguidos cuando en realidad se encuentran solos.

Los iluminados de cuarta pueden sentirse respaldados y, si llegan a ser más de dos, pueden sentirse multitud; incluso, sí que pueden ser una gran multitud pero hay algo que, por más que se lo propongan, no lograrán ser: comunidad.

El remedio frente a ese mal humor y falsa mística está precisamente en la conformación de comunidad; de propiciar el abrazo, el encuentro, el acompañamiento, el sensible deseo de escuchar y aprender, el padecer y gozar en sintonía con el prójimo. En Laudato Si’ el papa Francisco habla sobre cómo se puede habitar realidades tan saturadas que provocan asfixia: “se contrarresta si se desarrollan relaciones humanas cercanas y cálidas, si se crean comunidades, si los límites del ambiente se compensan en el interior de cada persona, que se siente contenida por una red de comunión y de pertenencia. De ese modo, cualquier lugar deja de ser un infierno y se convierte en el contexto de una vida digna”.

Sí, cualquier lugar tiene potencialidad para dejar de ser un infierno, por ello tenemos oportunidad de trabajar y buscar una vida digna para todos. Incluso para los que no nos caen bien.

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