Por Jorge TRASLOSHEROS H. |
Dentro de un mes Francisco estará pisando suelo mexicano, en un viaje apostólico anhelado por los católicos y esperado, con variopinta actitud, por los no católicos. Me parece importante armarnos de valor para tratar de entender al hombre que viene de Roma. Se ha creado una cortina en torno a su persona porque muchos se disputan, sino su amistad, por lo menos la fotografía. Invito a considerar cuatro asuntos.
1.- Lo más difícil de entender para los medios seculares, particularmente políticos, es que estamos ante un Papa católico y, por ende, con vocación universal. No es de izquierda, centro o derecha. Mucho menos un peronista disfrazado como algunos despistados pretenden. Cualquier intento de meterlo en la estrecha geometría partidista genera confusión.
2.- Francisco es, además, un católico profundamente ortodoxo. Esto quiere decir que se asume serenamente como hijo de la Iglesia para, con Jesús de Nazaret, aprender a mirar la vida desde la centralidad de la persona humana. Esto genera un pensamiento abierto a la justicia y la misericordia, como afirma él mismo; o bien a la caridad en la verdad, como decía Benedicto XVI. La ortodoxia católica nada tiene que ver con el puritanismo moral, con formas fundamentalistas del pensamiento, ni mucho menos con el fraude del relativismo. Francisco actúa y habla con serenidad y asertividad porque es, sin más, un católico ortodoxo. Nadie puede actuar correctamente si no piensa con claridad. La combinación de su ortodoxia con su calidez humana hacen de él un hombre de gran carisma.
3.- El pontificado de Francisco está en plena armonía con sus antecesores y su viaje sólo podrá entenderse a cabalidad en la misma tesitura. Pretender una oposición o ruptura sería mover nuestra inteligencia al fracaso. Juan Pablo II, cuyo carisma era la imagen, logró que los católicos mexicanos nos reconciliáramos con la alegría de la fe porque nos ayudó a reencontrarnos como Iglesia en el espacio público. Benedicto XVI, cuyo carisma era la palabra, nos invitó a meterle inteligencia a esta fe para evitar que se desdibuje en puro sentimentalismo hasta hacerse infértil. Ahora, la presencia de Francisco, cuyo carisma es la cercanía pastoral, podría ser una gran provocación para que la alegría y la inteligencia se confabulen hasta generar una acción decidida a favor de la justicia en la misericordia, de la caridad en la verdad, para construir paso a pasito una cultura del encuentro.
4.- Las etapas de la visita de Francisco resultan muy significativas en la lógica del Evangelio, aunque poco digan al oportunismo político. Estará presente en esos lugares de nuestra mexicana humanidad olvidados por los medios y por nuestra clase política. Se encontrará con indios, ancianos, niños, jóvenes, familias, presidiarios, enfermos, trabajadores, en fin, con estas multitudes de personas lastimadas por la corrupción, la violencia y golpeadas por el olvido.
Espero, con esperanza cristiana, que la visita del Papa sea fuerte acicate para dar mayor impulso a los esfuerzos de la Iglesia en México. A través de su expansiva diversidad, la catolicidad puede ser decisiva para vencer a la cultura del descarte que nos atenaza entre la corrupción y la violencia. La Iglesia puede colaborar como ninguna otra institución de la sociedad civil a formar ciudadanía, a convertirnos de individuos aislados en personas solidarias capaces de vencer los instintos autoritarios del Estado y del mercado, así como la deriva nihilista del culto a Narciso. La misericordia nos urge.
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