El pasado 5 de enero, presidente de Estados Unidos, Barack Obama, defendió la «urgencia» de actuar para mejorar el control de la venta de armas en su país, al presentar un conjunto de medidas ejecutivas para tratar de evitar que, como ocurre ahora, 30 mil personas mueran anualmente en incidentes con armas de fuego. En un acto en la Casa Blanca, acompañado de familiares de víctimas de la violencia causada por las armas, Obama subrayó que el país ha vivido «demasiados tiroteos» masivos en los últimos años y que eso no ocurre en el resto de países desarrollados. «Debemos tener un sentido de urgencia» porque cada día «mueren personas» a causa de las armas de fuego, afirmó el presidente.
Luego de conocer el anuncio del presidente Obama, algunos obispos católicos de los Estados Unidos mostraron su complacencia ante la postura del mandatario, aunque consideran que debe ser más contundente: “Gracias a Dios por fin hay alguien que tiene el coraje de llenar los vacíos en nuestras leyes vergonzosas sobre el control de armas para reducir el número de masacres, asesinatos y suicidios que se han convertido en una plaga en nuestro país”. Así lo ha dicho el Obispo de la Diócesis de Dallas , Monseñor Kevin Joseph Farrell, en un mensaje publicado en su blog.
Sin embargo, el obispo ha calificado la propuesta de Obama como “moderada”, y ha interpretado la reacción vehemente del Congreso a la luz del hecho de que “se ha vendido descaradamente al lobby de las armas”.En su mensaje, Monseñor Farrell ha querido reiterar que quedará prohibido introducir armas y mostrarlas en los lugares públicos que dependen de la misma diócesis, a pesar de la reciente disposición en Texas que ahora permite a los titulares de armas el llevarlas consigo y exhibirlas en público.
“Esta elección”, escribe en su blog el obispo Farrell, “se basa en la creencia de que nuestras iglesias, escuelas y otros lugares de culto están destinadas a ser santuarios – lugares sagrados donde la gente viene a orar y a participar en las celebraciones de la Iglesia”.
En el transcurso de los años, la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos (USCCB) ha intervenido en una amplia gama de políticas. Entre otras cosas, los obispos de Estados Unidos han expresado su oposición al matrimonio gay, han denunciado el tráfico de seres humanos, han hecho un llamamiento para la abolición de la pena de muerte e instado al Congreso a cambiar la política sobre el fenómeno de la inmigración.
Ya en 1994 los obispos publicaron el documento “Confronting a Culture of Violence”, donde retomaban el apelo de una abuela en el funeral de su sobrino: “Esperamos que alguien, en algún lugar, de alguna manera, haga algo acerca de las razones que están llevando a nuestros hijos a matarse unos a otros”.
A ese documento hizo referencia ayer también Monseñor Thomas G. Wenski, arzobispo de Miami, en un comunicado, publicado por la USCCB, después de las palabras del presidente Obama, sobre la necesidad de medidas para regular la venta y difusión de armas de fuego. “Durante mucho tiempo los obispos de los Estados Unidos ha pedido políticas razonables para ayudar a reducir la violencia con las armas. La violencia en nuestra sociedad es un problema complejo, con muchas facetas, y que adopta muchas formas. Aunque ninguna ley es capaz de eliminar todos los actos de violencia con armas de fuego, recibimos con beneplácito los esfuerzos razonables dirigidos a salvar vidas y hacer que las comunidades sean más seguras. Esperamos que el Congreso tome esta cuestión de forma más seria, teniendo en cuenta todos los aspectos que están implicados en ella”.
Según la información que circula en los medios de comunicación, sólo en 2013, en los Estados Unidos, se produjeron más de 33.000 asesinados por armas de fuego.