Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

A la 9.34 horas de Roma de este 31 de diciembre, ha muerto un extraordinario hombre, sacerdote, teólogo, arzobispo y Papa de la Iglesia Católica, a los 95 años de edad.  A sí mismo se presentó al mundo inicialmente ya como Papa electo, – quien pidió al Señor no serlo como él mismo lo confesó, pero Dios no lo escuchó, porque lo había elegido desde el seno de su madre, para ser el Profeta de los tiempos nuevos y Sucesor de su Hijo en la sede de Pedro, en estos tiempos convulsos de criticismo inclemente: ‘soy un modesto siervo de la Viña del Señor’.

Él mismo recordó a Helmut Kuhn, filósofo de Múnich, quien hizo notar sobre los estragos del triunfo del hegelianismo, como la filosofía de la historia que había pasado a ocupar el lugar de la ética; lo nuevo es lo bueno: ‘lo propio de la época es lo bueno’.

Esta postura ha permitido señalarlo como ‘conservador’ y, por tanto, ya con ese juicio, descalificarlo, porque se impone lo nuevo, lo moderno; aunque lo nuevo, esté sometido al mito de ‘Cronos’, quien devora inexorablemente a sus hijos. ‘Cuando el tiempo se convierte en señor del hombre éste se convierte en esclavo, aunque Cronos haga su aparición bajo el nombre de progreso y de futuro’, sentenció el novel teólogo.

Él mismo nos recordó la frase de san Agustín ante quienes se quejaban de los tiempos malos, ‘nosotros mismos somos el tiempo’.

En la perspectiva de la fe, podremos aquilatar el valor de este hermano, maestro, amigo y verdadero padre quien iluminó nuestra vida con su testimonio en las diversas etapas de su existencia, con su enseñanza, con su magisterio, con su vida, con su entrega humilde a toda prueba, efectivamente como ‘modesto siervo en la Viña del Señor’.

Por su pasión en conocer y profundizar la Verdad, nos abrió caminos para responder a nuestra propia vocación cristiana en nuestro tiempo.

La Verdad en el Amor, nos hará libres; entender que la fe es adhesión a una persona, a Jesucristo muerto y resucitado. El Cristianismo no es una ética, aunque la implique en su modo pleno, en el amor de entrega total; que el Cristianismo no es una teoría, aunque tengamos miles de profundizaciones teológicas de todas las épocas desde hace más de dos mil años.

Su legado ha de ser conocido, profundizado, amado.

Su Pontificado a sido un gran regalo de Jesús, que ama a su Iglesia y para toda la humanidad en nuestro tiempo. Sobre sus huellas hemos de seguir al Divino Maestro, como lo ha hecho el Papa Francisco.

Benedicto XVI deja este espacio y este tiempo, porque Dios lo ha llamado, para empezar su vida en la dimensión plena de su presencia en el ‘ahora’ eterno de Dios. Ese que la Virgen Santísima empezó a vivir como principio del tiempo de Dios en la Historia.

Gracias Santo Padre Benedicto por enseñarnos a orar, a trabajar y a leer, a estudiar y a amar, como siervos modestos en la Viña del Señor, que es la Iglesia.

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