Esta es la historia de cómo la Santa Sede aceptó la idea de que Benedicto XVI entrara al mundo de las redes sociales.
Sabido es que el fallecido Benedicto XVI fue siempre una persona muy abierta a dialogar con ideas presumiblemente enfrentadas, y sabido es, también, que esa apertura le hizo ser un absoluto pionero en muchas cosas de la Iglesia. De una de ellas se cumplieron diez años, precisamente, el pasado 12 de diciembre de 2022: el estreno de la primera red social de un Papa.
El usuario @Pontifex de Twitter fue un paso muy importante para seguir cumpliendo con la misión de hacer llegar el mensaje de Cristo a todos los rincones de la tierra. Con 53 millones de seguidores actualmente, la cuenta se publica desde 9 perfiles en diferentes idiomas (incluyendo el latín).
Algo impensable
El asesor y consultor Gustavo Entrala, fundador de la agencia 101, publicó recientemente un artículo en la revista Forbes en el que relata cómo se gestó la idea del primer Papa tuitero. “Sí, yo estaba allí con Benedicto XVI cuando le dio al botón tweet por vez primera”, confiesa el experto español.
Puede parecer algo normal, que un Papa publique una entrada en su red social, pero como confiesa Entrala, hasta 2012, “el Papa se comunicaba en encíclicas”. “No hacía entrevistas, sólo hablaba brevemente con periodistas en el avión durante sus viajes. Cuando sucedía alguna catástrofe en el mundo, el Vaticano enviaba un telegrama de parte del Papa a la autoridad eclesiástica local», expresa.
Por ello, Entrala y su equipo se encontraron con todo tipo de trabas. “Se oponían frontalmente algunos cardenales de la Curia, reticentes a cualquier innovación en las formas; se oponía la Secretaría de Estado, el brazo diplomático del Vaticano, que encontraba riesgos geoestratégicos en cada frase que el Pontífice decía en público», afirma.
Daba vértigo
El asesor confiesa que para muchos la propuesta “era tan estúpida que nadie se atrevía a hacerla”. “En parte es comprensible. Que la figura del Papa estuviera expuesta a los insultos en las respuestas a sus mensajes, o que su imagen de perfil compartiera espacio con las hermanas Kardashian, eran anatema en el Vaticano», reconoce.
Sin embargo, para alcanzar el sí definitivo del Papa a las redes sociales tuvieron que darse antes una serie de elementos muy complejos. Que Gustavo Entrala enumera en una serie de puntos muy interesantes y que, como ya anuncia, formarán parte de un libro próximamente.
“La decisión de crear la cuenta @pontifex es el resultado de una relación de consultoría con el Vaticano que comienza en 2010 y se prolongó hasta 2016”, comenta. La primera tarea para su equipo fue: “Identificar a quienes tienen el poder de decisión, y ganarse su confianza. La decisión de abrir la cuenta papal en Twitter se tomó al final de un almuerzo en una taberna junto a la Plaza de San Pedro. Yo llevaba un Powerpoint impreso con los pros y los contras de la idea. Y les convencí”, reconoce.
La clave que le hizo despertar esa idea a Entrala fue algo que dijo el fallecido Papa. “Cuando hay problemas, los grandes cambios urgen. La oportunidad que vi para para llamar a la puerta del Vaticano ofreciendo mi ayuda fue un mensaje del Papa Benedicto XVI en el que decía que parte de la crisis de imagen que sufría entonces la Iglesia se debía a su desconocimiento del uso de las redes en la comunicación del Vaticano», expresa.
Una vez sentados en la misma mesa, Entrala expuso a los representantes de la Santa Sede lo que tenía pensado hacer.
Por la gente joven
Por último, Entrala revela cuál fue el motivo definitivo por el que Benedicto XVI aceptó. “El sí a las redes sociales en una institución con más de 2 mil años de historia no es fácil de conseguir. Porque una vez que la Iglesia se compromete a algo, lo hará de forma indefinida (en este caso, hasta que Twitter deje de existir, como me dijo un día un asesor del Papa). El argumento definitivo que convenció a Benedicto XVI fue el futuro de la Iglesia, la gente joven. Para formularlo, había que conocer bien los grandes desafíos de la institución”, asegura.
Con información de ReL
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de enero de 2023 No. 1435