Por P. Fernando Pascual

Toda la República de Platón está dedicada al tema de la justicia. Si fijamos ahora la atención en el libro primero, encontramos una serie de argumentos que conservan una actualidad sorprendente.

El texto procede a través de preguntas y respuestas. Los protagonistas del libro primero son Sócrates y tres interlocutores: el anciano Céfalo, su hijo Polemarco, y el impetuoso Trasímaco.

Desde el inicio, Sócrates abre el horizonte a la pregunta sobre la utilidad o los beneficios que pudiera traer la justicia. ¿Ayuda al médico a curar a los enfermos? ¿Ayuda al capitán de un navío a llegar sano y salvo al puerto?

Esa pregunta muestra un primer tema de interés: qué beneficios puede ofrecer la justicia a quienes optan por ella. En cierto sentido, el resto de la República busca precisamente responder a esta pregunta.

Otro horizonte se refiere a cómo definir la justicia: ¿se trata de dar a cada uno lo suyo? ¿O de hacer el bien a los amigos y el mal a los enemigos? ¿O de la imposición del más fuerte sobre el más débil?

Sin entrar en cada una de esas posibles definiciones, analizadas por Sócrates a través de sus preguntas, se hace evidente que no todos ven la justicia de la misma manera, lo cual tiene consecuencias importantes también en nuestros días.

Un tercer horizonte se refiere a los contextos o circunstancias que rodean cualquier acción humana. Por ejemplo, si definimos la justicia como dar a cada uno lo que le pertenece, ¿eso se aplicaría cuando el propietario de un cuchillo nos lo pida si manifiesta signos claros de locura o de ira descontrolada?

El ejemplo del cuchillo permite reconocer la importancia que tiene, en la búsqueda de la justicia, prestar atención a la oportunidad, a aspectos concretos sobre las personas implicadas (con sus cambios de actitud e incluso de ideas) y a otras circunstancias que rodean cualquier decisión concreta que se ponga en práctica.

Otro ámbito a tener en cuenta se refiere al famoso problema de saber distinguir entre lo que sea bueno y lo que sea malo, que se aplica también a identificar si este “amigo” sea realmente amigo, o si estamos ante un potencial enemigo escondido bajo apariencias de simpatía.

Ese problema resulta clave no solo para el tema de la justicia, sino para un sinfín de situaciones humanas en las que tenemos que decidir entre comprar un producto u otro, ir por una carretera o por otra, seguir una terapia o esperar.

Aristóteles hizo suyo el problema al mostrar cómo muchos escogen algo con la idea de que sería bueno (beneficioso) cuando en realidad se equivocan, y luego tienen que sufrir las consecuencias de su error.

Un último ámbito u horizonte se refiere a lo que busca un gobernante cuando establece leyes y mandatos. ¿Desea solo beneficiarse a sí mismo? ¿Busca el bien del “pueblo”?

Aquí Sócrates, que discute con el fogoso Trasímaco, hace ver que un buen gobernante (es decir, un gobernante realmente justo) solo buscaría el bien de los “súbditos”, pues si logra mejorarlos logrará un verdadero beneficio también para sí mismo.

Se podrían entresacar otros aspectos discutidos a lo largo del primer libro de la República. Los aquí esbozados conservan una sorprendente actualidad, por un motivo que toca de lleno la vida social: el deseo de encontrar en las leyes y en los gobernantes ayudas eficaces para promover el bien común y relaciones humanas sanas, con la ayuda de una correcta manera de entender lo que sea la justicia.

 
Imagen de Laurent Verdier en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: