Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista
Reflexión dominical 20 de abril de 2025
El saludo pascual de la liturgia dice así:
«He resucitado y aún estoy contigo».
Así saludó el Amigo que ha cumplido todo lo que dijo:
«Todo está cumplido».
Con alegría, rebosando de gozo pascual, celebramos el triunfo maravilloso de Jesús, Dios y hombre verdadero.
Carta a los hebreos
San Pedro, confirmado como el primero de los apóstoles por Jesús, tomando la palabra, dijo:
«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa comenzó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo», que hizo mucho bien con sus milagros ante el pueblo.
Pedro se reconoce como testigo de lo que hizo Jesús en Judea y en Jerusalén.
Y después de hacer mucho bien a todos, «lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó».
Todo esto sucedió al tercer día «y nosotros, que hemos comido con Él, somos testigos de esta resurrección».
No olvidemos que cuando Jesús asciende al cielo, encarga a todos (los bautizados) a proclamar el Evangelio por el mundo entero.
Salmo 117
La Iglesia, llena de alegría. repite:
«Este es el día en que actuó el Señor».
Es el día más importante que da sentido a toda la pasión y muerte de Jesús que hemos celebrado los días anteriores. Por eso:
«¡Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia!».
San Pablo
El apóstol celebra la resurrección de Jesús con estas palabras, para nuestra meditación:
«Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo sentado a la derecha de Dios».
Secuencia
Se trata de un hermoso himno que se canta después de la segunda lectura, y que empieza con las siguientes palabras:
«Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza, a gloria de la víctima propicia de la Pascua… (y termina diciendo:)
Rey vencedor apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa…».
Verso aleluyático
Por fin la liturgia vuelve a su canto de alabanza y glorificación al Dios bueno que ha tenido a bien redimirnos con tanto dolor, un dolor que se ha vuelto misericordia y felicidad para todos:
«¡Aleluya! Ha sido inmolada nuestra víctima pascual, Cristo. Celebremos la Pascua en el Señor. ¡Aleluya!».
Evangelio
Nos cuenta San Juan que el primer día de la semana fue María con las otras mujeres a embalsamar el cuerpo de Jesús.
María Magdalena, siempre inquieta, miró por todas partes. No vio el cuerpo en el sepulcro y desesperadamente, sin pensar en la posible resurrección de que Jesús había hablado, dijo a los apóstoles Juan y Pedro:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y Juan fueron corriendo al sepulcro. Primero entró Pedro y luego entró Juan. Y este apóstol dice de sí mismo: «Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó».
El mismo Juan atestigua que no había creído a Jesús que había predicho tantas veces su resurrección al tercer día.
Nosotros también en esta Pascua de Jesús Resucitado celebremos el triunfo de Él y, al mismo tiempo, nuestra propia victoria porque su resurrección del sepulcro ha sido para nosotros, para que después de nuestra vida participemos en su resurrección gloriosa.
Con la liturgia terminemos pidiendo que «seamos renovados por el Espíritu Santo para resucitar en el reino de la luz y de la vida. Aleluya».
¡Feliz Pascua de Resurrección para todos!
¡Con fe profunda hagamos nuestra la resurrección de Jesucristo!
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