Nos llenamos de satisfacción cuando podemos compartir con un grupo de personas que hablan y actúan con alegría y profundidad. ¿Podremos entrar en la intimidad de Dios donde las tres Personas divinas viven en el amor y la alegría más profunda? Algo podemos intuir en la liturgia de este domingo que nos está preparando para Pentecostés.
Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista
Reflexión homilética 25 de mayo de 2025
Domingo VI de Pascua
Hechos de los apóstoles
Mientras predican con tanta ilusión Pablo y Bernabé, como suele suceder, no faltó la cizaña:
Unos judíos quisieron obligar a los convertidos del paganismo al cristianismo a someterse a la ley de Moisés:
Pablo y Bernabé viajaron a Jerusalén para presentar el problema ante la autoridad de los apóstoles.
Los apóstoles «eligieron a Judas Barsabá y Silas, miembros eminentes entre los hermanos y los enviaron con una carta: “Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Silicia convertidos del paganismo…”».
En la misiva alaban a los nuevos cristianos y terminan diciéndoles que no se preocupen y que, solamente se «abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación».
La carta termina con estas sencillas palabras: «Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud».
No es fácil imaginar la alegría con que recibieron esta noticia los nuevos cristianos de las ciudades evangelizadas por Pablo y Bernabé.
Salmo 66
Es una oración de alabanza a Dios en la que se nos invita a todos a glorificarlo con nuestra oración y cantos de alegría:
«Porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra».
Apocalipsis
Hace una descripción maravillosa de la Jerusalén celestial que baja del cielo «ataviada por Dios, trayendo la gloria de Dios».
La descripción es preciosa: rodeada de murallas y con doce puertas con los nombres de los apóstoles del Cordero.
Lo más destacado es que el apóstol Juan dice:
«Santuario no vi ninguno porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero».
Esta es la descripción que hace el evangelista cuando ha sido transportado «en éxtasis a un monte altísimo y me enseñó la ciudad santa que bajaba desde el cielo, enviada por Dios trayendo la gloria de Dios».
Verso aleluyático
La liturgia nos repite cómo podemos construir, en cada uno de nosotros, el verdadero amor a Dios:
«El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él».
Esta venida en el amor del Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, es la mayor invitación que se nos hace para entrar en la vida que nos prometió Jesús en el Misterio Trinitario.
Evangelio
El Evangelio tiene tres ideas fundamentales.
(1) La manera de entrar en el amor de la Santísima Trinidad es guardar la Palabra, los mandamientos de Dios, como lo hizo Jesús en su vida.
(2) Jesús nos ofrece la futura presencia del Espíritu Santo: «Que enviará el Padre en mi nombre, será el que os enseñe todo…».
(3) El saludo de la paz. No con la paz del mundo sino la paz especial que brota del Corazón de Cristo, paz que es fruto de su muerte y resurrección para abrirnos las puertas de la gloria.
Por eso, en su ida de este mundo nos advierte:
«Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es mayor que yo…».
Ya hemos explicado que Jesucristo, como Dios es igual al Padre, pero al hacerse criatura para sufrir y resucitar se ha hecho como nosotros y, por tanto, como hombre es menor que el Padre.
La liturgia en este día nos está invitando a prepararnos para Pentecostés, fiesta que celebraremos el próximo domingo. Entonces recibiremos la fuerza del Espíritu Santo que viene a santificarnos para que podamos entrar en esta maravillosa intimidad del misterio Trinitario al que hemos sido llamados desde el bautismo.
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