Por Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte*

En toda narración hay algo de la persona que narra. En cualquier descripción de hechos, hay experiencias que van más allá de esa descripción.

Informar como forma de narrar los acontecimientos, es también, una experiencia donde los narradores trascienden las palabras y construyen vivencias que son capaces no sólo de describir sino de despertar la inteligencia humana que no es una mera función racional o calculadora sino un abanico de funciones con las que se comprende la realidad y se aprehende la verdad.

Defender la narrativa

En estos tiempos en que la inteligencia humana parece ir en declive y la así llamada “artificial” en ascenso, vale la pena preguntarnos si el periodismo que es capaz de hacer un sistema que trabaje con la segunda es en algo igual o superior al que es capaz de hacer la primera. Aunque la respuesta parezca evidente por la funcionalidad y rapidez de los redactores de textos y los procesadores de lenguaje propios de la inteligencia artificial (I.A. en adelante), lo que subyace a una nota informativa, la experiencia subjetiva, jamás estará presente en las narraciones de la primera y no lo estará porque no es una persona quien redacta algo que ha acaecido sino una máquina que es alimentada por esa persona, y en el paso de la segunda a la primera gran cantidad de información —no inteligible— se ha perdido, quedando un texto “desalmado”.

Exacto en su forma, pero “desabrido” en su fondo.

La comunicación social es un área particularmente sensible donde la importancia de buscar la verdad de los acontecimientos y de brindar información objetiva y veraz no siempre es tarea sencilla y, menos aún, ante los desafíos que la I.A. nos presenta en nuestros tiempos. El documento Antiqua et Nova publicado este año 2025 por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la cultura y la educación, aborda de manera analítica las diferencias fundamentales entre la I.A. y la inteligencia humana con el propósito de hacer notar que la primera es una creación de la segunda y, por ende, debe ponerse siempre al servicio de ésta y nunca constituirse un fin en sí mismo. También advierte sobre los muchos desafíos que la I.A. representa en diversas áreas de la vida como el campo de la educación, de la sanidad, del trabajo, de las relaciones humanas etc, y no deja atrás la oportunidad para resaltar otros retos que la I.A. presenta en el campo de la comunicación social como las deepfakes, la desinformación, la distorsión de la realidad y la manipulación.

La alteración de información e imágenes

Las deepfakes se refieren a los mensajes o noticias creadas con I.A. que presentan hechos que no son reales pero que tienen alta verosimilitud y que pueden convencer o generar ciertas conductas deseadas que, al hacerlas, tienen consecuencias dañinas para la misma persona o para otros. La distorsión de la realidad, por su parte, viene dada por las alucinaciones de la I.A. que plantea escenarios o arroja información en datos, números o imágenes alteradas que no concuerdan con la realidad y ni se apegan a la verdad de los hechos pero que están modificando la forma en que comprendemos el mundo y nos relacionamos; sólo que, al no tener como punto de referencia la realidad tal cual es, presentan realidades alteradas que hacen pensar que uno puede habitarlas y configurar su forma de estar en el mundo a partir de esas imágenes, modos, costumbres, de la realidad simulada por la I.A.

La desinformación y la manipulación así como los posible sesgos en que puede incurrir la I.A. que generan visiones discriminatorias y actitudes excluyentes son también riesgos que hay que considerar al momento de permitir que sea únicamente la I.A. la que genere contenidos que se comunicarán después.

Por ende, la vigilancia y seguimiento de la I.A. por parte de una persona se vuelve algo indispensable para asegurar una información que comunique la realidad en su complejidad y en su entramado de pensamientos, emociones, sentimientos y experiencias y que puedan mover a quien las recibe y transformar espacios a favor de la verdad y del bien.  En otras palabras, no puede haber inteligencia artificial sin inteligencia humana.

Un camino correcto

El documento es claro en cuanto a que también la I.A. puede presentar grandes beneficios siempre y cuando se encamine a proteger la dignidad humana, el bien común, el desarrollo humano, etc.

El Papa León XIV invitó el 12 de mayo a los periodistas acreditados ante el Vaticano a “desarmar las palabras” es decir, a hacer que éstas se usen para construir paz, para evitar el odio y las polarizaciones, a promover la libertad de pensamiento y de prensa para formar una opinión pública que promueva el diálogo y el sentido crítico y con ello sea capaz de construir y edificar, en lugar de destruir y atacar. De igual manera, exhortó a hacer un uso ético de la I.A. mediante el discernimiento sobre su uso y su aplicación en la tarea tan delicada de informar. Dicho discernimiento, empero, debe ser realizado por cada persona en su conciencia y con libertad, sin olvidar que la I.A. está hecha para el ser humano y no viceversa, con ello, analizando los fines con que se usa y las circunstancias con las que se emplea.

La incorporación de la I.A. en el trabajo periodístico y, más aún, en uno que se hace a la luz de una fe católica dando testimonio de la verdad y de la caridad debe favorecerse, sin embargo, también estamos llamados a advertir debidamente que la I.A. es y debe ser siempre un auxiliar en el conocimiento y la información y que la integración de ambas llega a su plenitud cuando somos capaces de una inteligencia relacional que no excluya la tecnología al grado de una tecnofobia insana ni de una tecnofilia miope. Encontrar el punto medio es un reto diario, más cuando de informar se trata.

Desde esta óptica es fácil elucidar la misión que se tiene desde la comunicación social católica, pues siendo la tarea fundamental del ser humano buscar la verdad y el bien, el discernimiento propio de los medios y de los fines del uso de la I.A. en este tiempo, tendrá siempre como eje, la dignidad humana.

*Profesora e investigadora de la Facultad de Bioética Universidad Anáhuac México

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de julio de 2025 No. 1568

 


 

Por favor, síguenos y comparte: