Por Cristina Sánchez Aguilar – Alfa y Omega
“Muy humilde, muy bueno, servicial, fraterno, abierto, con una profunda espiritualidad agustiniana, caritativo, que escucha a todos, sencillo en el trato. Sacerdote entregado a Cristo. Un jefe ordenado. Protector, que siempre impulsaba”. Estas son solo algunas de las definiciones que los fieles de las localidades peruanas de Chiclayo, Chulucanas, Callao, Lima y Trujillo, lugares de misión de Prevost como sacerdote y obispo, brindan en este documental que hace un repaso por la estancia de León XIV en su tierra misionera.
El documental fue presentado el 20 de junio por la Dirección Editorial del Dicasterio para la Comunicación y realizado por los periodistas Salvatore Cernuzio, Felipe Herrera-Espaliat y Jaime Vizcaíno, las entrevistas a personas importantes en la vida del Pontífice se suceden con fotografías y vídeos de sus días en la región, todo regado por la marinera que su tierra hispanoamericana le ha regalado y que “en cielo y tierra se bailará”.
Todo comienza con sus colaboradores más estrechos allá explicando cómo rezaban para que fuese él el Pontífice y cómo fue el momento de la noticia. Después de ese shock inicial, el filme repasa su estancia, siguiendo un hilo temporal, en las diferentes regiones. A inicios de los años 80 llegó a Chulucanas, donde uno de los entonces monaguillos recuerda cómo “el tiempo que convivimos con él aprendimos mucho de su bondad, su sencillez, de su forma de ser”. Un día, explica, “fui a ver al padre Roberto —así le llaman todos [N. d. R.]— a su casa y le encontré triste. Me dijo que había fallecido su madre en Estados Unidos; le conté que mi mujer estaba embarazada y si podía ponerle el nombre de su madre, Mildred”. Así lo hizo. Y, además, fue el padrino de la niña. La chica, ya adulta, aparece en el vídeo orgullosa: “Mi padrino ahora va a poder lograr un cambio en el mundo”.
La hermana Margaret Walsh, misionera marista en Lima, recuerda cómo montaba en mula para poder llegar a los lugares, “y a veces la mula daba miedo, porque caminaba muy cerca de la orilla”. O un agente de pastoral, que recuerda que era un hombre de pocas palabras “que vive por el pueblo y lucha por el pueblo”.
En 1987 llegó a la ciudad de Trujillo para encargarse de la formación de los futuros agustinos del vicariato de San Juan de Sahagún. “Continuamente te llamaba para ver cómo iba nuestra vocación, si estábamos bien en la casa, si estábamos bien de salud… se preocupaba por nosotros”, explica el padre Ramiro Castillo, OSA, actual vicario general de los agustinos en la zona.
Llegado ya a su diócesis de Chiclayo, cuenta la que fuera entonces directora de Cáritas, Janinna Sesa, que en 2017, con el fenómeno costero de El Niño, que destrozó varios pueblos al desbordarse un río, Prevost puso a toda la zona al servicio de la ayuda de los afectados. “Él bajaba, conversaba con la gente para saber qué les había pasado, les preguntaba qué necesitaban”, explica Miguel Ángel Aliaga, animador de la pastoral juvenil de Chiclayo.
En la zona más pobre de El Callao, cercano a la capital, Lima, llegó Prevost como obispo y administrador apostólico de la diócesis en 2020, poco tiempo después de haber estallado la pandemia. Perú, de hecho, fue uno de los países más castigados por la COVID-19. Tina Orozco, secretaria del arzobispado, recuerda el “trabajo arduo” que tuvo en la diócesis; “quiso acercarse a todos los sacerdotes y transmitir a todos los fieles, a través del clero, la esperanza”.
Así transcurren 45 minutos de testimonios sinceros y emocionantes, de personas que por años caminaron a su lado y que conocen su trabajo de lucha y entrega sin reservas.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 29 de junio de 2025 No. 1564