Por P. Fernando Pascual
Existen muchas corrientes y modelos de bioética. Unos defienden la centralidad de lo útil. Otros dan el primado a la libertad de las personas. Otros prefieren destacar el papel de las virtudes. Otros consideran válida y aplicable la noción de ley natural. Otros abogan por un papel central de la biología y la ecología en los temas bioéticos.
¿Qué decir ante el pluralismo bioético? ¿Cómo moverse en un mundo lleno de tendencias, ideas, posiciones frente a los principales problemas de la vida? Puede surgir la idea de que ese pluralismo es ineliminable, lo que llevaría a pensar que las discusiones serán algo continuo en temas claves de la bioética, como el aborto, la eutanasia, la fecundación artificial, el respeto de la naturaleza, el uso de embriones para experimentos.
Sin embargo, el pluralismo en bioética (como en otros importantes ámbitos de la vida humana) no debe cerrarnos en una especie de escepticismo o derrotismo, como si fuera imposible alcanzar verdades en temas tan importantes.
Al contrario, debemos mantener en pie la confianza en un buen uso de la racionalidad humana. Desde nuestra inteligencia, apoyada por una voluntad insobornable y honesta, somos capaces de descubrir bienes y deberes que iluminan los grandes argumentos de la bioética.
Al mismo tiempo, resulta útil emprender un estudio sereno y profundo sobre los autores más representativos y sus diferentes posiciones, para deslindar lo que sea válido (sea dicho por quien sea dicho) y para descartar lo equivocado.
Sabemos que los argumentos no son suficientes para superar las diferencias ni para alcanzar consensos sobre verdades bien argumentadas. Por ello resulta tan importante promover respeto y simpatía, en vistas a dialogar (escuchar y proponer) de modo provechoso y fecundo.
Promover respeto y simpatía no significa dejar de lado las propias convicciones. Por amor a la paz, no sería correcto aceptar ideas, leyes y acciones que conduzcan a la destrucción de vidas humanas inocentes; vidas que merecen ser defendidas desde una visión bioética bien fundamentada.
Para quienes creemos en Cristo, la fe no es obstáculo en este camino por superar las divisiones en bioética. Nuestra fe en Dios no daña ni margina a la razón, como enseñaba Juan Pablo II, sino que otorga al creyente una amplitud de horizontes y una actitud interna que predispone al diálogo y a la defensa de la vida.
¿Qué hacer ante el pluralismo en bioética? Estudiar, dialogar, rezar, y ponernos en marcha en un esfuerzo sincero para acercarnos a verdades que no quedan en libros o conferencias, sino que podamos poner en práctica para atender y cuidar a todos los seres humanos, especialmente a los más débiles y necesitados.