Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
La tentación de ingresar a la política formando un partido confesional está ya superada por los católicos, sobre todo a partir del concilio Vaticano II. “La fusión de la fe con el poder político, en efecto, ha siempre tenido un precio: la fe termina al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios”, sentencia con gravedad el Papa Benedicto XVI (Jesús, 1, p. 63). Sin embargo, permanece la amenaza de los populistas de utilizar la religión con fines políticos, y debe rechazarse.
La causa católica no siempre es simpática; permanece en lucha continua, “derrotada pero no vencida”, diría san Pablo. La sostiene el mandato de Cristo a sus discípulos de ser “luz del mundo y sal de la tierra”. Perdiéndose la luz en la oscuridad es como alumbra y deshaciéndose la sal en el recipiente es como sazona. La fusión sin confusión de lo divino con lo humano en la persona de Jesucristo, es lo que da a la Iglesia su tónica salvadora: Sólo lo que es asumido puede ser redimido, sostiene un principio cristiano.
El notable pensador católico y político esmerado, amigo y consejero de los últimos Papas, Rocco Butiglione, al recibir de la UPAEP el Doctorado Honoris Causa, pronunció un discurso
titulado “La Presencia de Cristo en la Vida Política”, que bien puede servir de inspiración o guía a muchos aspirantes a este servicio, y del cual tomo algunas ideas que pueden ser de provecho para alguno.
1.El aspirante, a la cultura global no escasa, debe añadir una visión integral de la verdad católica en tres vertientes: a) Sobre el Mundo: la creación por Dios y la urgencia ecológica. b) Sobre el Hombre: como imagen de Dios, varón y mujer, ideologías anti-vida, de género. c) Sobre Dios: Conocimiento del Catecismo, Padre nuestro, Doctrina social de la Iglesia, Consciencia cristiana.
2.Comenzar por la “periferia”. Allí se vive la vida en intensidad, sus aspiraciones profundas y se fragua el futuro. Caminar con el pueblo, como Jesús. Se comienza amándolo, nunca manipulándolo.
3.El llamado potente (eslogan político) no debe ser a la guerra, sino a la “conciencia” del adversario: Ayudarle a descubrir su propia indignidad. Invitarlo a unirse a su causa, pues la Verdad atrae.
4.Antes que la política está la vida: La familia, la vecindad, la comunidad, el pueblo, la ciudad, la patria y el mundo entero. El estado debe dar vida digna, pero la felicidad viene de Dios. El católico es universal. Jesús formó comunidad, no secta. Las ideologías no liberan, esclavizan.
5.El comunismo ateo y el liberalismo intransigente, al negar al Dios verdadero, desconocen al hombre, hecho a su imagen. No entienden lo humano. Lo usan y atropellan su “infinita dignidad”. Piensan sustituir a Dios en el gobierno del mundo, imponiendo el orden con el poder económico y militar, o con el legalismo y el moralismo.
A estos elementales principios inspirados en el Evangelio, y a otros muchos que quedan por mencionar, el Papa Francisco llamó “Teología del Pueblo”. El creyente católico debe esforzarse por conocerlos y buscar con su talento la manera de llevarlos a la práctica. Tienen fuerza operativa. De lo contrario, lo que logrará será entregar la plaza al enemigo: al egoísmo, a la ambición, al dominio y… a lo mismo. Jesús nos invitó a combinar la sencillez de la paloma con la sabiduría de la serpiente.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de septiembre de 2025 No. 1574