Por Rebeca Reynaud

Hay muchas historias que impactan en nuestra mente, que “nos atrapan” porque son puentes, algo en nuestro interior nos dice que son reales en algún sentido y luego tienen algo mágico. Cuando uno queda atrapado en el sentido bello de la palabra, el inconsciente empieza a vibrar con esa historia, y vibran nuestros órganos. Es dar recursos a alguien que no los tenía.

Cuando el ser humano tenía un fuego para calentarse, lo que hacían era contar la historia del mamut. Aristóteles decía que el ser humanos quiere saber, quiere conocer. Buscamos una explicación, que nos rebaja la explicación de lo desconocido. La Iliada y la Odisea son obras fabulosas. Explican de manera clara y creativa la realidad. Con la caverna de Platón entiendes porque los que están dentro ven una realidad y los que están fuera comprenden más esa realidad.

Todos los mitos que han sobrevivido llevan a la perfección del ser humano. Por ejemplo, el Señor de los anillos, vemos lo que es el poder, el anillo. Aparece Frodo, el que no tiene ni estatura, pero muestra lo más hermoso del ser humano, poder apartar su ego de la ecuación.

El Dr. Puig dice que las historias nos ayudan a tener un entretenimiento que trasciende el mundo obvio, te invita a un viaje de transformación, son leyendas que te ensanchan el alma para intuir que hay realidades más profundas. En las personas vemos cualidades o vicios que nos ayudan a entender nuestras vulnerabilidades.

No beneficia lo que vemos y lo que no vemos. A veces contamos nuestra propia historia cuando hay un vínculo, y eso está asociado a todo tipo de ventajas en la salud, tanto en el cerebro como en el corazón. No hay que estar en estrés crónico, y para funcionar bien necesitamos la vinculación afectiva. Nos ayuda encontrar a una persona que nos escucha y no nos juzga. Al final todo son relatos. Un elemento clave es que nos hablen con un lenguaje con el que podamos conectar.

Si hablamos con personas que trabajan en la agricultura, hay que hablar en esos términos. Todos pasamos desafíos. Hay un surco en la tierra, el agua corre por ese surco. Si quieres cambiar tendrás que hacer un nuevo surco en el cerebro. Hay que entender el contexto, y estar atento a su lenguaje no verbal. Hay que reconocer las dificultades por las que pasan las personas. Hay que procurar tener empatía con ellas. Una conversación que nos engancha se hace con una persona que nos conoce y nos da una propuesta de mejora; tiene un componente de ciencia y otro de arte.

El sitio que decide es el inconsciente, pero para llegar a él la conciencia tiene que dar permiso. A quienes nos ayudan les interesa conocer nuestro inconsciente, pero no se va a abrir si no lo quiere nuestra voluntad.

 
Imagen de Marco Ianna en Pixabay


 

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