Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Vivimos hechos lamentables y dramáticos, que hablan de actores miserables cuya esclavitud es poseer de manera escandalosa, vulgar y a todas luces criminal: los ‘huachicoleros’, desde el punto de vista fiscal o de hecho que roban y trafican los bienes de la nación como el petróleo.

Lo verdaderamente grave es que tal comportamiento proceda de las cúpulas de aquellos que gobiernan y tienen una responsabilidad social sobre toda la nación.

Implica una organización delictiva que implica diversas empresas e incluso a la misma Marina de la Armada de México y a las aduanas.

Sobre esto, es más lo que desconocemos; solo aparece el punto elevado del iceberg. La opacidad es la tónica con una secuencia de mentiras concatenadas a las mentiras.

Así se entiende mejor el por qué han desaparecido los órganos de información y transparencia y el por qué han desaparecido los órganos del Poder Judicial, y sustituirlos por órganos a modo, seguidores de una ideología y no en la autonomía de una ley objetiva garante de la justicia.

Es una élite la que se enriquece a costa de los mexicanos y para desgracia de los pobres, de los enfermos y del futuro de una niñez cuyo horizonte es la educación e ilustración de alta competencia.

El poseer y el dinero en sí mismo no es injusto, solo el egoísmo materialista, es el ciego y el perverso.

Ante el comportamiento gravemente injusto de los gobiernos corruptos, cometen una falta de lesa humanidad al dañar de esa manera a los pobres que tienen derecho a una vida verdaderamente humana.

Qué gran daño y peligro es el apego al dinero que impide vivir nuestra orientación esencial a Dios y a todos los hermanos.

El Evangelio de Lucas 6, 1-13, nos pone alerta sobre la honradez y la injusticia, ente elegir el bien o el mal. Es necesario hacer la opción fundamental, ‘o servir a Dios o al dinero’.

El dinero puede convertirse en un ídolo, dios que esclaviza a las personas, el lucro como criterio último y principal de la vida.

El Señor nos invita a la lógica del compartir, al desarrollo equitativo, porque somos hermanos e hijos del mismo Padre.

Esta postura exige el ir contra corriente ante la búsqueda egoísta del lucro.

No se puede servir a dos señores a Dios o al dinero. Si servimos a Dios necesariamente hemos de ser solidarios con los pobres; si nuestro dios es el dinero, habrá injusticias, robo, ‘huachicol’ y faltas de lesa humanidad, que son faltas de lesa divinidad.

 


 

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