Por Rebeca Reynaud

La doctora estadounidense, Mary Healy, hace unas reflexiones a partir de su experiencia y sus estudios bíblicos.

¿Qué había en el Corazón de Cristo la noche anterior a morir? Jesús pidió al Padre que los apóstoles vivieran la unida, para que el mundo creyera que lo había enviado… Eso le permite que el mundo crea en Él. Es decir, un requerimiento del Evangelio. Los habitantes de África no entienden las divisiones de los cristianos que van a evangelizar esas tierras. Efectivamente, Ralph Martin asegura que a Cristo le duele que su Cuerpo esté roto. La desunión es un pecado, pero Dios está haciendo algo asombroso en nuestro tiempo. Los dones del Espíritu Santo se veían como algo históricos o fenómenos místicos extraordinarios en el siglo XIX, ahora están siendo retomados. La oración al Espíritu Santo debería de ser tan común como el Avemaría. Dios quiere más devoción al Espíritu Santo en la Iglesia. Catalina de Siena pedía lo mismo. Desde la Ascensión hasta Pentecostés hay nueve días en que se puede rezar por la unidad de los cristianos.

El Papa León XIII empezó el siglo XX, el 1 de enero de 1901, con un canto al Espíritu, el Veni Creator, para dedicar el siglo al Espíritu Santo, y pidió a los obispos del mundo que se le unieran; pocos lo hicieron. No estamos preparados para las manifestaciones del Espíritu. Dios hizo que en las iglesias protestantes empezara la renovación en el Espíritu y luego pasó a la Iglesia.

Los carismas del Espíritu se han dejado de lado, cuando es el Espíritu Santo quien cambia a las personas y las naciones. Pidamos el bautismo en el Espíritu para todos en la Iglesia para que estemos vivos en el Espíritu y no nos aterren las curaciones repentinas, obradas por el Espíritu de Dios, como en los tiempos de la Iglesia primitiva (va de Pentecostés hasta el concilio de Nicea, 325 d.C.).

Pentecostés es el día del nacimiento de la Iglesia, allí empezó su acción. Con sus dones entendemos más los misterios de la fe. Podemos profetizar y hablar con sabiduría. Son los frutos del Espíritu.

San Cirilo de Jerusalén habla de la embriaguez en el Espíritu. Santo Tomás de Aquino, comentando el Salmo 36 dice: “Se embriagarán con la abundancia de tu casa”, “los haces beber de los torrentes de tus delicias”, este es el amor del Espíritu que causa una fuerza en el alma como un torrente de delicias. Santa Teresa de Ávila escribe: “Dios a veces da al alma sentimientos de júbilo y una oración extraña que no se entiende”.

Lo que estamos experimentando hoy es un redescubrimiento que pertenece al ADN de la Iglesia. El ADN de la Iglesia apostólica es el mismo ADN de la Iglesia de hoy. Estamos equipados con los dones sobrenaturales del Espíritu para nuestra labor evangelizadora. La Iglesia avanza contra el dominio de la oscuridad y no se acobarda porque está empoderada por el Espíritu y sus hermosos dones. Debemos descubrir nuestra tradición.

A San Juan Pablo II le preguntaron “¿por qué el Espíritu permite tantas divisiones en su cuerpo?”. Contestó: Hay pecado de ambos lados, pero Dios es capaz de sacar bien del mal: quizás sin ello no hubiéramos conocido la gran riqueza que hay dentro del cristianismo. Tenemos cosas que aprender de nuestros hermanos de otras tradiciones cristianas. Tenemos diferencias doctrinales, pero la unión no es barata, no se trata de transigir y no viene a costa de la verdad. El ecumenismo no significa compromiso. Se trata de vivir la humildad, la caridad y evitar las ofensas.

La unidad entre los miembros atrae al Espíritu Santo; la desunión ahuyenta al Espíritu, sea entre católicos y protestantes o entre cuatro catequistas.

Los 12 Apóstoles, la Virgen, las santas mujeres y los 120 discípulos, en Pentecostés tenían unidad de mente y de corazón. No había celos y envidias, reconocían la labor del Señor en cada uno de ellos. Se apreciaban unos a otros sabiendo que el Espíritu habitaba en cada uno de ellos. Evitaban la mentalidad divisoria entre ellos por su amor ferviente a Jesús.

Estamos viviendo tiempos de gran oscuridad, y la oscuridad avanza. Pero el Señor está en movimiento y nos dice: Levanten la vista y verán los campos listos para la cosecha y será una cosecha masiva. La batalla es grande, la cosecha, mucha, no son tiempos para estar divididos. El Señor pide arrepentimiento en lo que nuestro corazón no esté en sintonía con el suyo. Hemos de pedirle que nos haga parte de lo nuevo que está preparando y que perdone las divisiones que quizás hemos fomentado. El Espíritu nos llama a crear puentes para la unidad en el Cuerpo de Cristo. “Jesús, elimina de nuestro corazón todo lo que no esté en sintonía con tu Corazón”. Amén.

 
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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