Por P. Fernando Pascual

Al reflexionar sobre el origen de virtudes y vicios, Aristóteles observó un fenómeno típico del ser humano: las virtudes no nacen en nosotros ni de modo natural ni de modo antinatural, sino que se explican porque naturalmente estamos constituidos para recibirlas (cf. Ética nicomáquea, libro II, 1103a24-26).

¿Qué intentaba explicar Aristóteles con esta reflexión? Por un lado, el hecho de que somos indeterminados, abiertos a diversas opciones, gracias a las acciones que realizamos.

Por otro, que el ser indeterminados es algo natural, como si dijera que somos “determinadamente indeterminados”, o que no podemos dejar de configurarnos cada vez que realizamos un acto voluntario (hoy diríamos, un acto libre).

Así, sería incorrecto decir que yo estaba “determinado” por la naturaleza a ser prudente, o a ser moderado, o a ser valiente. Nadie nace con las virtudes debajo del brazo, sino que las modela poco a poco.

También sería incorrecto decir que estamos totalmente indeterminados, porque nuestra alma (hoy diríamos, nuestro psiquismo) nos lleva a orientarnos hacia “moldes de comportamiento” que luego llegan a cristalizar, a pesar de que nos gustaría poder cambiarlos con la facilidad con la que los creamos.

Se puede analizar si la ciencia moderna confirma o corrige esta teoría de Aristóteles. Lo que sí podemos experimentar todos, como enseñaba el filósofo griego, es que al inicio de una actividad nueva estamos más indeterminados, y luego, conforme nos “habituamos” a un modo de actuar, resulta más difícil cambiar.

La famosa frase “árbol que crece torcido nunca se endereza” quizá sea pesimista, pero quiere decir algo parecido a lo explicado por Aristóteles, pues resulta clave para conseguir un buen desarrollo acostumbrarnos a comportamientos buenos y realizados por motivos válidos.

La virtud, podríamos concluir, no nace de modo espontáneo, sino que se construye a partir de actos concretos, conscientes, escogidos desde voluntades libres que nos caracterizan y que podemos orientar hacia aquellos bienes que nos permiten desarrollar al máximo nuestra condición humana, lo cual ayuda a mejorar un poco el mundo en el que vivimos.

 
Imagen de Dan-Reyes en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: