Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

Tanto interesó el sueño a la cultura griega, que lo hizo un dios personificado en Morfeo y lo representó llevando como atributos una planta de adormidera -de la que se extrae el opio- y unas alas de mariposa para expresar la ingravidez y ligereza del sueño.

El sueño, según la Biblia, es el estado elegido por Dios para comunicarse con el hombre, como cuando hizo caer sobre Adán un profundo sueño y de una de sus costillas formó a la mujer que puso por delante del varón, con lo que Adán salió de un sueño para entrar en otro.

El sueño es la imagen de la muerte, la muerte diaria y provisional, la temporal desconexión de cuanto nos rodea, el ensayo diario del acto final; por eso Sor Juana Inés llamaba al hombre dormido “cadáver con alma, muerto a la vida y a la muerte vivo”. Los primeros cristianos inscribían en los sepulcros de sus muertos: “Duermen”, y los enterraban en el cementerio, que significa precisamente dormitorio por su fe en la resurrección.

El sueño es la imagen de la falsedad de las grandezas de la vida. Tal es el argumento de La vida es sueño, la obra de mayor importancia ideológica del teatro español y una de las cumbres del universal. Don Pedro Calderón de la Barca nos hace reflexionar que riquezas y hermosuras, famas y poderíos, todo es sueño, todo languidece y termina.

Freud en el campo de la ciencia y André Breton en el del arte, proclamaron la importancia del sueño en la vida humana y en la creación artística, mientras hacían de esta antigua zona oscura, una luminosa y fecunda conquista integrando el inconsciente con el consciente del hombre, la vigilia y el sueño.

El sueño se nos puso de moda. Vivimos en una civilización somnífera y arrulladora que nos introduce a las sombras de la inconsciencia como el mogadón o el Valium-5. Este mundo nos adormece, nos desconecta de la realidad y nos apaga la luz para que el sueño sea más profundo. Es la hora de la siesta. La gran siesta del fauno occidental, con permiso de Debussy que compuso el bello Preludio a la siesta de un fauno.

Un mal día llegó la sicodelia, el mundo irreal y fantasmagórico de músicas y colores vueltos locos. Otro día llegó para quedarse, la adormidera de Morfeo de las drogas que indujeron a millones de individuos a la alucinación de un mal sueño, los viajes vaporosos, los paraísos artificiales, es decir, los infiernos artificiales. Otro día irrumpieron las modas orientalistas con sus extrañas filosofías de cámara lenta, sus nirvanas sin reloj despertador, sus meditaciones de ojos en blanco, su pasividad de estatuas contemplándose el ombligo. Otro día se expandieron las sectas adormecedoras hablando del alma, pero no del hombre integral; predicando el más allá, pero olvidando el más acá.

Otro día nos llegó la prepotente publicidad dándonos unas órdenes y consignas tan bien dadas, que nos volvió de trapo, dóciles y pasivos a sus caprichos hipnóticos. Y otro día, y todos los días, los políticos durmieron a los ciudadanos con promesas que parecían la pura verdad y eran la pura mentira; y los imperios cloroformaron a las naciones pobres, indefensas sin permitirles despertar a su independencia múltiple.

Mendelsshon compuso, a los 16 años, la obertura Sueño de una noche de verano donde viene la famosa marcha nupcial a cuyos acordes se han casado miles y miles de jóvenes enamorados. Que no nos duerman. Que nadie se deje hipnotizar para que esta larga noche de verano desemboque, pronto, en una marcha de realidades justas y veraces.

Artículo publicado en El Sol de San Luis, 15 de julio de 1989; El Sol de México, 20 de julio de 1989.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 31 de agosto de 2025 No. 1573

 


 

Por favor, síguenos y comparte: