Por Ángelo de Simone

En una época marcada por el ruido, la prisa y la confusión moral, dos figuras venezolanas emergen como silenciosos testigos de lo eterno: José Gregorio Hernández y Madre Carmen Rendiles. Su camino hacia la canonización no es solo un reconocimiento eclesial, sino una interpelación profunda a nuestra conciencia colectiva. ¿Qué significa ser santo hoy? ¿Qué implica vivir con radicalidad el amor en medio de la indiferencia? Hoy es la canonización de estos dos grandes venezolanos y te contaremos un poco de su historia.

José Gregorio, médico de los pobres, y Carmen Rendiles, fundadora de las Siervas de Jesús, no vivieron en tiempos fáciles. Ambos enfrentaron contextos de crisis, enfermedad, exclusión y secularismo. Y sin embargo, su respuesta fue clara: servir, amar, consolar, sanar. No desde el protagonismo, sino desde la entrega silenciosa. No desde el poder, sino desde la cruz.

Su impacto espiritual trasciende las fronteras de Venezuela. José Gregorio es invocado en hospitales, hogares humildes y corazones desesperados en toda América Latina. Madre Carmen, con su brazo ortopédico y su alma luminosa, sigue inspirando a comunidades religiosas y laicas que buscan vivir la fe con autenticidad. Ambos son testigos de lo invisible, de ese Dios que se hace presente en lo cotidiano, en lo frágil, en lo humano.

En tiempos donde el bien parece difuso y la virtud una rareza, ellos nos recuerdan que la santidad no es perfección, sino fidelidad. Que hacer el bien no es una opción estética, sino una urgencia ética. Que la fe no se mide por discursos, sino por gestos concretos de misericordia.

Su canonización no es un premio, es una misión. Son los primeros venezolanos elevados a la santidad. Que gran responsabilidad nos dejan! Nos desafía a mirar al otro con compasión, a vivir la fe con coherencia, a construir puentes en lugar de muros. En un mundo que necesita referentes, José Gregorio y Madre Carmen son brújulas que apuntan al cielo sin dejar de caminar entre los hombres.

Hoy, más que nunca, necesitamos santos que no vivan en los altares, sino en las calles, en las aulas, en los hospitales, en las familias. Santos que nos enseñen que la santidad es posible, necesaria y urgente. Que el bien no es utopía, sino vocación. Definitivamente nos falta mucho para alcanzar esta meta, no obstante la pregunta es clara: ¿Estamos dispuestos a vivir la santidad en lo cotidiano, como lo hicieron José Gregorio y Madre Carmen, aún cuando nadie nos aplauda? ¿Qué estamos haciendo hoy para que nuestra fe se traduzca en obras concretas de amor, justicia y esperanza en medio de un mundo que clama por testigos auténticos?

Que su luz nos alcance. Que su ejemplo nos incomode. Que su vida nos transforme.

San José Gregorio Hernández y Santa Carmen Rendiles, bendigan a Venezuela y al mundo entero.

 


 

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