Por Rebeca Reynaud
¿Qué es lo que Jesús nos pide? Fidelidad a la vida ordinaria y la fidelidad es caridad.
Lo único importante es que yo persevere en mi camino hacia Dios. Son bambalinas de teatro todas las cosas de este mundo. Hemos de tener visión de eternidad. Estamos en unas circunstancias determinadas, en una labor determinada, porque Dios lo quiere, porque es lo mejor que nos ha podido pasar.
Nuestro paso por la tierra es un momento insignificante y será pagado con un gozo extremo. El pago que se da a la tarea que realizamos es totalmente desproporcionado. Es el amor a Dios el que produce el cambio sobre la tierra y el que nos da el premio eterno.
Hay momentos en que la tarea que Él nos pide nos puede parecer difícil, pero nuestra vida es el conjunto de las decisiones que hemos tomado. Cada decisión es fruto de un discernimiento bien o mal hecho. Podemos pensar que las grandes decisiones están en el pasado, pero no, las grandes decisiones están en el presente y en el futuro.
En la Pasión del Señor vemos las decisiones malas de Pedro y de Judas, pero lo decisivo es qué viene después. Aunque las decisiones del pasado son el fundamento, las decisiones del futuro son el resultado. Lo que hayamos hecho es el cimiento ya pasó, pero lo que decidamos en el futuro va a determinar el resultado. Las decisiones más importantes no las hemos tomado todavía. Por eso en la piedad cristiana rezamos por las decisiones finales, allí nos puede acechar la desesperación.
Roy Shoeman, un judío que estudió en Harvard y se convirtió al Catolicismo, dice que cuando Dios le hizo ver que existía, no le dijo su Nombre porque él no estaba preparado para ello; pero él, personalmente, sintió que era amado y que nadaba en un océano de Amor. Comprendió que todo lo que le había pasado desde el comienzo de su vida, era lo mejor para él. Empezó a rezar todos los días una oración hecha por él mismo: “Dime tu Nombre para saber el camino para encontrarte y adorarte”. Y exactamente después de rezar esa oración durante un año, de un modo insospechado para él, Dios le reveló que el que le había hecho sentir esas oleadas inmensas de amor era Jesucristo.
Ahora, Roy Shoeman, dedica su tiempo a rezar por los israelíes y a escribir para señalarles el camino al Mesías.
La vida que propone Jesucristo es ante todo una llamada a parecerse a Él, llenando de sentido la inteligencia, la voluntad y el corazón humanos, y transformando la vida en un proyecto apasionado de santidad –que es felicidad-, desde el nacimiento hasta la muerte.
San Gregorio Magno escribe: “Debemos conocer la vida de los santos, para afinar en la corrección de nuestra propia vida, y así el fuego de la juventud espiritual, que tiende a apagarse por el cansancio, revive con el testimonio y el ejemplo de los que nos han precedido” (Moralia 24,8). En ellos vemos que, sólo la gracia, combinada con la humildad, podrá hacernos fieles en la prueba.
El Señor nos ha entregado, como al siervo de la parábola, cinco talentos (cfr. Mateo 25). Cumplir la Voluntad de Dios es el camino fecundo donde nuestros talentos se ponen en juego. La cosecha de las almas está pidiendo ser recogida. Pidamos operarios nuevos, humildes, que ayuden a sembrar y a recoger la cosecha.
¿Qué obstáculo grande puede presentarse? La falta de espíritu sobrenatural. Dios nos llenará de amor si procuramos hacer bien la oración y luego, sacrificio, sacrificio, sacrificio, sin penitencia se desvanece la entrega. Aún puede haber otro obstáculo: la falta de comprensión y de cordialidad.
Santa Catalina de Siena decía: “Si sois lo que tenéis que ser, prenderéis fuego en el mundo”.
Pasarán los siglos, pero nuestra labor no conocida, permanecerá.






