Por Rubicela Muñiz
Maximiliano Grego Paredes, filósofo mexicano que disfruta de acompañar a otros en su aprendizaje, recorre el país para acercar a los niños a la filosofía desde temprana edad, ya que esto les permite potenciar el desarrollo del pensamiento de alto nivel: una forma de razonar que integra lo crítico, lo creativo y lo cuidadoso.
Acostumbrado a impartir sus conocimientos en distintos espacios, esta vez llega a la Iglesia, en donde ha encontrado una necesidad latente de apertura al diálogo y a la reflexión compartida, para impartir un seminario dirigido a catequistas que, posteriormente, implementarán en la catequesis infantil.
—Maximiliano, ¿por qué consideras importante que los niños se acerquen a la filosofía desde temprana edad?
Siguiendo la propuesta de Matthew Lipman, podríamos considerar que acercar a los niños a la filosofía desde temprana edad tiene el potencial de desarrollar lo que se denomina pensamiento de alto nivel: una forma de razonar que integra lo crítico, lo creativo y lo cuidadoso. Este tipo de pensamiento no solo se guía por criterios —principios, reglas, procedimientos y hechos— fundamentados en valores regulativos como la coherencia, la precisión y la consistencia, sino que también fomenta la imaginación, la reflexión holística, la problematización y la sensibilidad para valorar lo que realmente importa.
En una sociedad democrática, los ciudadanos podrían necesitar precisamente estas capacidades: deliberar con fundamento, autocorregirse, adaptarse al contexto, imaginar futuros posibles y emitir juicios responsables. Sin embargo, dichas habilidades quizá no se adquieran únicamente a través de la alfabetización o las matemáticas — aunque estas sean competencias básicas—, sino mediante experiencias formativas que promuevan el diálogo, la consideración de diversas perspectivas y la valoración del pensamiento propio y ajeno.
Por ello, acercar la filosofía a los niños desde pequeños podría resultar particularmente valioso, no solo para fortalecer su inteligencia y creatividad, sino también para desarrollar un carácter cuidadoso — afectivo, apreciativo, activo, normativo y empático—. De esta manera, podrían estar mejor preparados para convertirse en ciudadanos capaces de cuidar la verdad, la justicia y la libertad, así como de proteger la tierra y participar activamente en una sociedad que requiere pensamiento de alto nivel para sostenerse y renovarse
—¿Cuáles han sido los mayores desafíos al introducir la filosofía en contextos escolares o religiosos?
Uno de los mayores desafíos podría ser romper con la visión tradicional según la cual la filosofía se concibe como un saber abstracto, reservado únicamente para adultos o especialistas. En el ámbito escolar, esta disciplina suele percibirse como poco práctica en comparación con materias como las matemáticas o las ciencias; mientras que, en contextos religiosos, podría existir el temor de que la indagación crítica entre en tensión con ciertos dogmas establecidos.
No obstante, la experiencia parecería mostrar que la filosofía, entendida como una vía para enseñar pensamiento de alto nivel, no reemplaza ni compite con otras áreas del saber, sino que más bien las complementa y enriquece.
De manera complementaria, otro reto significativo podría ser transformar la dinámica de las aulas: pasar de clases centradas en la simple transmisión de información a comunidades de investigación en las que los niños tengan la posibilidad de aprender a escuchar, cuestionar, dialogar y reconocer la falibilidad de sus propias ideas.
—Has llevado la filosofía a bibliotecas, museos, espacios culturales y ahora incluso a la Iglesia. ¿Cómo ha sido esa apertura?
Ha sido un proceso de descubrimiento mutuo. He encontrado que existe una necesidad latente de apertura al diálogo y a la reflexión compartida. En efecto, al implementar este proyecto en un marco deliberativo, cada participante tiene la oportunidad de aportar, escuchar y crecer en la comprensión, generando un aprendizaje colectivo.
—¿Qué ha significado para ti introducir la filosofía en el contexto del catecismo en México? ¿Cómo ha sido recibido por las comunidades religiosas?
Cabe mencionar que es la primera vez que capacito a catequistas de la Parroquia Universitaria Santa María de los Apóstoles de la Universidad Católica Lumen Gentium en Ciudad de México. Esta iniciativa, impulsada por el padre Valenti Salmerón Flores, consistió en formar a los catequistas para que ellos puedan implementar el pensamiento de alto nivel como etapa propedéutica antes de iniciar la catequesis.
Lejos de competir con la fe, este método permite que los niños reflexionen, interpreten y profundicen su creencia, al tiempo que progresan en sus capacidades cognitivas —guiadas por criterios, autocorrección y reflexión contextual, bajo valores de coherencia, consistencia y precisión.
En general, la recepción ha sido positiva, al menos inicialmente, entre los catequistas que participan en el seminario para niños y jóvenes.
—¿Qué impacto has observado en las comunidades donde se implementa la filosofía para niños?
En primer lugar, se nota un fortalecimiento de las capacidades cognitivas: los niños aprenden a cuestionar, argumentar, reconocer la falibilidad de sus propias ideas y buscar soluciones fundamentadas. Además, se evidencia un cambio en las relaciones interpersonales y en la dinámica grupal.
Por otro lado, el impacto se extiende a la dimensión ética y afectiva: los estudiantes muestran mayor sensibilidad hacia lo justo y lo injusto, así como un creciente sentido de responsabilidad frente a sus juicios y acciones. Esto se traduce en un comportamiento más empático y consciente del valor de sus decisiones.
—¿Qué sueñas lograr con este proyecto en los próximos años?
Mi deseo es que no se trate solo de enseñar contenidos, sino de crear espacios de investigación deliberativa donde los estudiantes puedan formular preguntas, explorar problemas y construir conocimiento de manera activa, guiados siempre por la investigación.
A largo plazo, espero que esta práctica transforme la educación y la sociedad mexicana. En definitiva, sueño con una educación en la que el pensamiento de alto nivel deje de ser un privilegio y se convierta en una herramienta cotidiana para formar pensamiento, carácter y ciudadanía desde la infancia.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de octubre de 2025 No. 1579