Por P. Fernando Pascual

En conversaciones entre familiares, amigos y conocidos, o en textos o audios de algunos periodistas, se produce el siguiente fenómeno: se parte de un dato considerado como real y se termina con insinuaciones (incluso con afirmaciones) imaginarias, calumniosas, sin apoyo en datos verdaderos.

El fenómeno suele tener varias fases, apoyadas en argumentaciones más o menos verosímiles. La primera fase: se acepta como verdadero el dato recibido (una persona cometió un acto injusto o contrario a la ética). La segunda: se supone que esa persona es mala (es decir, su acto no ha sido algo puntual, sino que refleja un modo de ser malévolo o pervertido). La tercera: se sospecha que, al ser mala, esa persona puede haber cometido otras acciones reprobables, aunque no sean conocidas. La cuarta: la sospecha se convierte en afirmación, y así se llega a decir que esa persona no solo hizo una, sino varias, o muchas, acciones malas.

Los razonamientos que llevan del punto de partida (alguien hizo un acto malo) a la conclusión (ese alguien seguramente ha hecho más actos malos, aunque no los conozcamos) están revestidos de cierta plausibilidad. Sin embargo, son débiles, incluso pueden llevar a afirmaciones contrarias a la verdad.

Es cierto que una persona se refleja en sus actos. Pero también es cierto que un acto injusto y pecaminoso puede surgir de un mal momento, o que la persona que lo cometió se puede arrepentir y empezar a reparar.

Es cierto también que si una persona es mala (o viciosa, como ya explicaba Aristóteles) no se limitará a hacer un solo acto malo, sino que “seguramente” hará más actos. Pero el “seguramente” no permite concluir que “realmente” haya hecho más actos malos.

A la hora de hablar sobre los comportamientos de otras personas, conviene estar atentos a no aceptar como verdaderas afirmaciones sobre posibles actos equivocados de esas personas, cuando faltan pruebas suficientes para probarlo.

Igualmente, conviene evitar un uso de razonamientos como los aquí expuestos que lleven a insinuaciones que no tienen fundamento en la realidad, que pueden incluso convertirse en calumnias que destruyen la fama de quien no es malo, o de quien solo ha cometido un acto ocasional que puede ser curado con un buen arrepentimiento y, cuando sea necesario, con un castigo adecuado.

En el mundo existe, no podemos negarlo, una enorme cantidad de acciones éticamente desordenadas, de pecados y de injusticias, que provocan males en otros y en las mismas personas que cometen tales acciones. Pero no es correcto inventar maldades que no existen, o lanzar insinuaciones calumniosas sobre nadie.

En la lucha contra el mal, vale la pena evitar palabras de acusación que no correspondan a la verdad, promover modos concretos para asistir a las víctimas de acciones injustas, y ayudar, en su camino de regeneración, a quienes, por cualquier motivo, hayan cometido alguna injusticia que necesita ser reparada y, también, ser perdonada por Dios, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 33,11).

 
Image by Mircea Iancu from Pixabay


 

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