Por Jaime Septién
Para nadie es un secreto que hoy la verdad ya no es lo que era: “la adecuación del intelecto con la cosa”, según la definición de San Agustín. En sus “Proverbios y cantares”, Antonio Machado dice:
La verdad es los que es
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
Dicho de otra manera: la verdad es claridad, aunque la neguemos. Actualmente la pensamos al revés. Y se la dejamos cada vez más a la Inteligencia Artificial o a los populistas (ya de izquierda, ya de derecha).
La IA suplanta el diálogo, el conocimiento con esfuerzo, la cultura como cristalización de las ideas de un tiempo. Los populismos no solo suplantan al mismo diálogo, lo transforman en una papilla previamente deglutida y lo vomitan como dogma y pensamiento único encima de los mortales.
En la conclusión de su libro Historia reciente de la verdad (Turner, 2018), Roberto Blatt dice: “En un futuro inmediato, del que poco sabe Wikipedia, entre dioses revanchistas y robots indiferentes, sería prudente que los seres humanos estableciéramos unos principios realistas básicos compartidos acerca de ‘la verdad’, con vistas a conservar la capacidad de toma de decisiones racionales, antes de delegarlas, voluntaria o involuntariamente, quizá sin retorno, a iluminados oscurantistas o a la inteligencia artificial.”
Yo creo que no es necesario descubrir a los modernos (vaya oxímoron) “iluminados oscurantistas”. Son esos políticos de aquí y de allá que propalan dogmas estilo “los del pasado tienen la culpa de sus males”, mientras que los robots indiferentes son los chats de IA que han descubierto, como un filón comercial inigualable, la poca densidad psicológica de las nuevas generaciones. Antes era: “si lo dijeron en la tele”. Mañana será: “lo dice mi robot particular o mi gurú ideológico”.
¿Saben cuál será, cuál es, el único antídoto contra tanta herrumbre disfrazada de progreso? La coherencia, la cercanía, la manera como descubrimos en los otros un alma, un corazón, un hijo del mismo Padre. No hay que ir demasiado lejos para comprenderlo. Suena, de nuevo, Machado bajo su pseudónimo de Juan de Mairena: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Esto es: la verdad es lo que es, lo diga un rey o un humilde barrendero.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de noviembre de 2025 No. 1582






